Monacato
Breve Introducción |
Monasterio Abadía Benedictina de Silos
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Prehistoria
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Se considera a la India como la cuna, prototipo, de la espiritualidad con presencia frecuente de la misma desde hace miles de años. En el hinduismo se busca una unidad total entre el principio individual (atman) y el principio cósmico (Brahman). Unión perseguida a través del ascetismo (individual) y la vida virtuosa. Es quizás el origen de la vida monástica, intensificada en ese subcontinente ya tarde, hacia el siglo VI, aunque es un monacato libre, desorganizado y sin vida comunitaria, aunque los monjes hicieran sus votos de rigor.
Caso contrario es el del monacato budista, con una vida comunitaria muy organizada desde su inicio, donde prima la práctica de la pobreza. Se trata, en el budismo, de escapar de los deseos y pasiones individuales (samsara). Inicialmente consolidado a base de pequeños monasterios “parroquiales” es en el siglo VIII cuando se inicia la creación de los grandes monasterios de estudio y meditación.
Una tercera alternativa en el monacato oriental es el correspondiente al jainismo, de tintes parecidos al hinduismo, pero con una forma de vida destacada por su rigurosidad.
Con Alejandro Magno la popularidad del monacato oriental, en cuanto a estilo de vida, se desarrolla en occidente.
Pasando de la anécdota de los “enclaustrados de Serapis” en Egipto, y de las prácticas maniqueas, procede destacar las primeras manifestaciones en Grecia señalando la creación por parte de Pitágoras de una comunidad ascética, a la que dio una Regla de Vida y que contaba hasta con novicios, aunque el monacato filosófico griego era practicado por personas que seguían determinados movimientos más que por organizaciones de vida comunitaria
En los Antiguos Testamentos es frecuente encontrar referencia a comunidades a lo largo de ellos, cerrando el ciclo veterotestamentario, fuera de las Escrituras, con la presencia de la comunidad esenia, y otras, en Qumrán al norte del mar Muerto, con su Regla de la Comunidad y con su doble organización: mientras un grupo vivía en comunidad estricta, el otro grupo estaba integrado por personas que vivían fuera, aunque dependieran y siguieran las indicaciones de la Comunidad.
Es después de Cristo cuando se produce el movimiento monástico occidental.
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Llegada a Europa
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En los años posteriores a Cristo existió una corriente ascética premonástica de consideración.
De esa cantera, en el año 185 surge la figura de Orígenes, al que se le considera precursor del monacato, aunque él mismo no fue monje. Murió en torno al 252 dejando tras sí un importante grupo de de discípulos. Su pensamiento al respecto se basa en la “ascesis”: renuncia al matrimonio y la familia, ayuno, combate permanente contra las pasiones, en especial la concupiscencia, y fortalecimiento de las virtudes, en especial la humildad.
Durante toda esta primera época existe un progresivo incremento de personas que practican la vida ascética a nivel individual, pero la presencia de organizaciones monásticas es tan reducida que se puede decir que no existían.
A partir de la publicación del edicto de Milán (313) se produce un notable incremento de ascetas en un movimiento casi de protesta, reivindicativo del retorno de la sociedad a los valores de los primeros cristianos, se trataba de evitar la continua degradación de las costumbres y principios.
Muchos de estos ascetas se fueron a vivir a los desiertos por diversas razones, sacrificios, ejemplos del Nuevo Testamento, y también, en menos casos, por entender que era la morada infernal contra la que había que luchar. De ese ascetismo ciudadano se pasa pues al anacoretismo del desierto, en donde surge la vida monástica, en Nitria (delta del Nilo), en las primeras décadas del s.IV, en plena sociedad copta, en un concepto en el que los anacoretas vivían una vida individual en una colonia en cuyo centro había una iglesia en la que se reunían los sábados y domingos para celebrar la eucaristía y comulgar bajo las dos especies.
Este primer monaquismo se extendió por Egipto, Palestina, Siria, Alta Mesopotamia y Asia Menor (Desde Alejandría hasta Tesalónica en la costa). El anacoreta copto más famoso fue San Antonio, cuya Vita se convirtió en manual de vida.
El paso del anacoretismo al cenobismo (vida en un monasterio bajo la dirección de un superior) se produce en Tabennesi (alto Egipto) hacia 323 en un monasterio fundado por Pacomio, con una regla y una fundación posterior de diversos monasterios (hasta 8) dependientes de la misma autoridad (2 de los cuales eran de monjas).
Del cenobismo en el desierto se pasa al cenobismo urbano con la fundación de monasterios en Tierra Santa.
La vida monástica fue ampliamente aceptada y su impulso generó la creación de monasterios en los que se congregaron monjes, pero sin norma y prácticas comunes.
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Hasta que llegó Casiano (finales del sIV) con sus obras “Instituciones cenobíticas” y “Colaciones espirituales” dando norma de vida común y doctrina monástica en los monasterios por él fundados y en otros que acogieron dicha norma, especialmente en Roma.
Sin embargo, probablemente el primer monasterio cenobítico de occidente fue el de Lerins (archipiélago próximo a Marsella), fundado por eremitas al principio del siglo V bajo la dirección de Honorato, donde constituyeron la Primera regla leriniana (“Regla de los cuatro Padres”) de la que un siglo después brotaría la regla de Benito.
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la plataforma
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Cuando San Benito hace acto de presencia en nuestra historia, el monacato occidental se vertebraba como sigue:
En la Galia, como se ha indicado, se erigió el monasterio de Lerins bajo la guía de Honorato, cuya regla fue precursora de la Regula latina, un modelo aplicado luego ampliamente en diversas comunidades occidentales, aunque de hecho Lerins siguió una tendencia oriental (egipcia). Posteriormente, Honorato fue nombrado obispo de Arlés cesando en su prefectura sobre Lérins. En esta segunda época, se dejó sentir la influencia agustiniana en el monasterio, que además formó un scriptorium y aportó monjes para ejercer como obispos en buena parte de la Galia. Finalmente, Lérins coincide con San Benito al finalizar la época de su tercer prefecto, Cesáreo, autor de la “Regla para las Vírgenes”. En Lérins vivió dos años San Patricio antes de su marcha a Irlanda.
También en aquella región, en la segunda mitad del s.IV, apareció San Martín de Tours, quien al ocupar la titularidad de esta diócesis, ya con seguidores, formó en Marmoutier una comunidad monástica centrada en torno a su persona, con un modelo de funcionamiento que no prosperó.
En lo que hoy es Túnez, en el s. V se desarrolló la actividad monástica de San Agustín con la fundación de diversos monasterios para hombres y otros para mujeres, caracterizado por concepciones platónicas, semilleros de obispos, y, muy especialmente incorporadores de la tarea del apostolado fuera del monasterio, lo que incluía la difusión de contenidos culturales.
En la península ibérica existió desde el principio un abundante movimiento ascético, en el que destacó Prisciliano y que se caracterizó por un continuo y creciente recelo de los obispos, manifestado oficialmente en el concilio de Zaragoza del 380. De este movimiento, por cierto, surgió Egeria, la primera peregrina a Tierra Santa. A partir de este movimiento se fundan monasterios sin reglas específicas, desordenados, a los que los obispos dan normas acomodando las de Pacomio, Casiano y Agustín. De San Isidoro, fundador de muchos monasterios es la Regula monachorum del 630. En esta regla de San Isidoro, los monjes se ganaban sus sustento con su trabajo formando una comunidad económica autárquica y su relación se regía por el pactum entre el abad y los monjes. El peso de estos monasterios y sus abades en la vida de la Iglesia fue de incremento progresivo con una estrecha relación con los obispos, quienes además de vigilar la vida en sus monasterios y de sus monjes, nombraban a los abades, pero no interferían en la administración de los centros, a los que asignaban parroquias, en especial las rurales. El monacato ibérico y las reglas de San Isidoro influyeron notablemente en la regla de San Benito.
Finalmente, existía un monacato irlandés muy específico y bien descrito en otras partes de este foro a las que remito. Pero tenía algunas peculiaridades adicionales: en Irlanda, para esas épocas,, hasta el s, VI, no existía una Iglesia organizada, no había obispos y no había, por tanto, problemas con ellos. Los monasterios eran propiedad de los gobiernos locales que los mantenían para asegurar la asistencia espiritual y cultural a sus gobernados, por tanto, fueron auténticos centros culturales que acogieron la cultura europea y la protegieron de los bárbaros.
Y otra cosa, su famosa peregrinatio era hecha en grupos de monjes. No se puede omitir su fundación de Bobbio en Italia, verdadero centro de difusión cultural en ese país.
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y en estas, llegó San Benito
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Y en estas, llegó San Benito….
Nacido en torno al año 480 en Nursia, cerca de Roma, hoy diríamos de él que era poco menos que un repelente niño bueno. Familia rica y estudios que de poco le sirven porque en su juventud, hastiado de la continua juerga romana, coge a su nodriza y se larga con ella al “desierto” del campo, cerca de Roma, donde permanece, ganando fama de santidad, unas veces de eremita y otras de monje, incluso fundando pequeños monasterios (los primeros monasterios benedictinos). Fue incluso abad, pero su rigor era tal que intentaron envenenarle (por dos veces). Destacó por su humildad, de la que hizo una característica de la vida monástica.
Ya santón local de raigambre, se retira con sus discípulos más directos a Montecassino donde escribe su Regla Monástica. Lo que se sabe de su vida es debido al trabajo de Gregorio Magno que la incluye unos 50 años después de su muerte en su obra “Diálogos”. Años después de su muerte, Montecassino es destruido por los longobardos. Para entonces, su regla iba imponiéndose lentamente, pero especialmente entre los grandes monasterios a la sazón existentes en el norte de Italia. Hacia el año 700 Montecassino vuelve a ser restaurado y acoge a una nueva comunidad benedictina.
En el 787 Carlomagno visita Montecassino y recibe una copia de la Regla. Para entonces, la misma había sido ya impuesta en Fulda y en los diversos grandes monasterios fundados por los irlandeses: Luxeuil, Sankt Gallen, Corbio y otras.
En el 817, en el concilio de Aquisgrán, convocado oficialmente por Benito de Aniano, se impone obligatoriamente la RSB en todos los monasterios del imperio.
Destacar que, desde los tiempos de Gregorio VII, los monasterios, no dependían de los obispos, si bien a los mismos se les reconocía una ascendencia limitada.
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