El autor nos desvela razonadamente los contenidos teológicos y litúrgicos que llevaron a sus autores a posicionar, en el lugar más adecuado, la lipsanoteca sin reliquias hallada fortuitamente en 1.966. El artículo nos hace reflexionar acerca de las intenciones de pronunciamiento teológico en el románico impulsadas unánimmente por agustinos y cluniacenses, rescatando e impulsando el pensamiento del Scoto Eriúgena.
La clarividencia del autor, expresada magistralmente, abre los ojos de académicos, catalanes y aragoneses, que, conforme con la práctica seguida en el siglo pasado, intentaron oportunamente llevar el ascua a su sardina sin comprender el por qué de las cosas.