Epílogo: “Ornamento sin delito”. La presencia del monstruo en el claustro románico.
“Todo apunta a que el hombre necesita al monstruo, para deleitarse en sus formas, para conjurar sus miedos e interrogarse sobre su destino. Si en los perfiles de los engendros se concretaban las incertidumbres de los responsables de las obras, era lógico que la criatura estuviera en relación con su mundo, fuera éste físico o ...