El PALEOCRISTIANO COMO ARTE PREMEDIEVAL
Raimundo Escámez. Diciembre 2009 |
Santa Eulalia de Bóveda. Lugo
El arte paleocristiano es aquel que se desarrolla dentro de la órbita de la Roma imperial por los primeros cristianos, hasta la formación definitiva del arte bizantino (su heredero principal) o del realizado por los pueblos germánicos en otras regiones, y que irá derivando hacia los estilos románico y gótico, ya expresiones artísticas de un cristianismo maduro. Por ello, en el presente artículo estudiaremos las características de aquel arte primitivo que pudieron dar origen a otras tantas del arte medieval, especialmente en lo que se refiere a la arquitectura.
En su evolución, más fácil de seguir en Occidente que en Oriente, donde los edificios fueron destruidos o remodelados en el periodo bizantino, se suele distinguir una fase anterior y otra posterior a la llamada «paz religiosa», establecida tras el nombramiento de Constantino y de la proclamación del cristianismo como nueva religión del estado (313). Los historiadores Eusebio y Lactancio relatan que la noche anterior a la batalla del Puente de Silvio, en la que resultó victorioso dicho emperador, éste tuvo una visión dónde aparecía una gran cruz en el cielo, con una inscripción que decía “con este signo vencerás”; Constantino ordenó que en todos los escudos de sus soldados se pintara una cruz, además de adoptarla como su propio lábaro: el signo empleado sería nuestro conocido crismón, el anagrama de Cristo, y que era utilizado ya por los primeros cristianos.
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La expansión del Cristianismo y del Islam, unida al progresivo desmoronamiento del Imperio Romano, provocan que la sociedad pierda su confianza en las instituciones y en la razón para acercarse a una visión trascendente de la vida, algo que nos resulta familiar en el período de desarrollo del arte románico. Ya por entonces habían cambiado muchas ideas, y ciertas formas exóticas (políticas, estéticas y religiosas) habían irrumpido en la sociedad: religiones mistéricas, cultos orientales, emperadores divinizados (idea oriental del rey como señor de todos sus súbditos), también aparecen formas artísticas más recargadas y abstractas, menos elegantes, que huyendo del equilibrio propugnado por el clasicismo griego se manifiestan en aspectos que nos resultan familiares: el horror al vacío que impulsa a llenar los monumentos con relieves (columna trajana, sarcófagos); la búsqueda del claroscuro con el uso del trépano; la isocefalia en las representaciones colectivas, y la frontalidad, el hieratismo y la fijeza en la mirada de las figuras, cada vez con una expresión más misteriosa...
Decimos entonces que el realismo, las bellas proporciones, el contorno bien delineado y la perfección técnica de la antigüedad clásica, lo externo, se sustituyen por el simbolismo (aquí tenemos también un adelanto de la estética románica), la alegoría y el expresionismo cristiano, con el fin de realzar el significado íntimo, a veces difícil de entender por los no iniciados. Oriente influye decisivamente en este aspecto. Pero también influyen en este cambio las filosofías morales de la época, que exaltan el dominio de las pasiones, el esfuerzo interior, abandonando la importancia de la razón de la vida exterior; las corrientes del mazdeísmo y maniqueísmo impregnarán al cristiano, llegando a considerar los bienes materiales como parte del mal cuando se desean con ambición; la filosofía de moda, el neoplatonismo (que será también fundamental en la redacción de los programas iconográficos del arte románico) eleva a la máxima categoría a la forma interior, aquella que existe en todas las cosas, incluso las inexplicables, y a la que se accede por sucesivas ascesis hasta la comunicación total, el éxtasis.
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Por otra parte, una religión que se anuncia como salvadora necesita de la representación visual (artística) para explicar sus contenidos a un pueblo que en su mayoría tenía poca formación intelectual: la función catequética se ayudaba de una simbología que, una vez explicada, fijaran en la mente conceptos que no era fácil entender de forma abstracta. Para ello el arte paleocristiano se vale inicialmente de temas mitológicos, que todo el mundo conocía, reinterpretándolos de acuerdo a sus doctrinas. Se puede ver en la simbología cristiana un esfuerzo unificador de la tendencia relista romana y de la abstracta oriental. Esta simbología con significado y que respeta la figuración anticipa también la propuesta románica, donde la Iglesia, que se había opuesto a la estética clásica, volverá a defenderla, para intentar desbancar a los motivos nórdicos del entrelazo y la espiral, entre otros. Por su amplitud e importancia, se desarrollará el tema de la simbología paleocristiana en un futuro artículo.
Hasta la llegada de la paz de la Iglesia, no se puede hablar de una arquitectura cristiana con un carácter artístico concreto, ni en la que se vea plasmada una funcionalidad litúrgica apropiada. Previamente solo puede hablarse de construcciones privadas, los tituli o Domus ecclesiae, sin ningún elemento distintivo respecto a otras de tipo civil si exceptuamos los edificios dedicados a cultos orientales de mayor fuerza en el momento, como el de Mitra, que sí constituyen una arquitectura peculiar, o la basílica de Dura Europus, en Siria; este templo, abandonado en el año 256, albergaba pinturas temporalmente anteriores a las de las catacumbas romanas, y es una prueba del origen oriental del repertorio de imágenes de los primeros cristianos: Adán y Eva, el Buen Pastor, el milagro del paralítico o el del lago Tiberíades, las Santas Mujeres...
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Todo cambia con el proteccionismo que Constantino y su familia otorgan al culto cristiano, y con su promoción de las grandes construcciones. Aparece, sobre todo en Roma, la estructura basilical y los martyria, templos conmemorativos de planta central que tendrá una gran difusión por todo el Mediterráneo y llegará hasta los templos medievales. Será a mediados del siglo IV cuando las estructuras basilicales se conviertan en norma constructiva en Roma, y cuando desde Milán, impulsado por el obispo Galieno (teólogo, y uno de los Padres de la Iglesia), se impulsen otro tipo de construcciones (iglesias cruciformes) de amplia difusión en la Italia del Norte, Provenza y el norte de Hispania. Finalmente, hay que destacar un tipo nuevo creado en el siglo V en el norte de Siria por los arquitectos de acuerdo con las necesidades litúrgicas, y que tendrá mucha influencia en la arquitectura medieval por su influencia en la bizantina, gracias a su vecindad, y sobre todo:
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- a la genialidad de sus cubiertas abovedadas. Tengamos en cuenta que la región no cuenta con material leñoso para las cubiertas. La gran innovación empieza al dividir los cañones cilíndricos de las bóvedas en varios segmentos por medio de arcos paralelos; los espacios que dejan estos arcos o costillas se cubren, apoyándose sobre ellos, con grandes losas de piedra en sentido longitudinal; al aplicarse el peso de la cubierta sobre los arcos, se reforzará la pared en sus apoyos para contrarrestar su empuje. Los arcos de refuerzo de las bóvedas, que se emplearon alguna vez en Imperio Romano de Occidente, son utilizados aquí de forma habitual, y los contrafuertes mencionados, constituyen un aspecto que formará parte de los estilos románico y gótico. Las naves también se dividían en espacios cuadrados, donde se realizaban bóvedas esféricas; la manera de cubrir los espacios con una cúpula esférica consiste en pasar de la planta cuadrada de la sala a la sección circular de la cúpula con el auxilio de unas superficies curvas intermedias, llamadas trompas y pechinas; aunque la invención de las trompas parece haberse realizado primero en Persia, en Siria se utilizan también las pechinas, ocasionalmente empleadas ya en la construcción romana.
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- a la ejecución de cabeceras tripartitas y “pastoforias” (habitaciones con base cuadrada o rectangular que se encuentran simétricamente a los lados del ábside principal), que tendrán también gran influencia en la edificación religiosa de la península Ibérica. El transepto (que veremos en las basílicas) desaparece o se funde con el ábside para abrigar un santuario trilobulado. Otra importante nota diferenciadora de las basílicas cristianas de África es la ocupación de la boca del ábside por una columnata de tres arcos que descargaban al arco triunfal del santuario, con lo cual se lograba más recogimiento; esta solución de tríptico columnario (que estaba presidido por una grada y cuyo arco central era de mayor diámetro) será utilizada frecuentemente en la arquitectura bizantina y otomana.
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- a la decoración de las cornisas con arcos ciegos, que encontraremos más tarde en la arquitectura lombarda, o de los ábsides con columnas adosadas que los dividen en paños regulares; vemos incluso ejemplos del uso de las ménsulas en diferentes fachadas;
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- a la originalidad de su decoración vegetal, que sigue la tendencia antinaturalista y amante del contraste propia de los últimos tiempos del imperio, y que exhibe ya un tipo geometrizado (rosetas y espirales cruciformes, sobre todo) y una técnica a bisel que tendrá continuación en el estilo bizantino. Los frisos vegetales son de un estilo más aplastado y fino que el de los edificios coptos, aunque existieran entre Siria y Egipto otras influencias mutuas; en este último se organizó el monasticismo, y de allí salieron monjes a enseñar la técnica de la vida eremítica a Sira y a Palestina; por el contrario, en los relieves coptos encontramos representaciones de viñas sirias.
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Las semejanzas evidentes que encontramos entre las ruinas de la Siria cristiana de los siglos V y VI con muchos edificios románicos no son de extrañar si tenemos en cuenta la diáspora producida en la zona a consecuencia de la invasión árabe del año 634; los habitantes de la zona que no aceptaron las doctrinas del Islam, en su mayor parte monjes y mercaderes semitas que tenían parientes o propiedades en las Galias y en España, emigrarían a dichas zonas, llevando con ellos las citadas innovaciones. En las ruinas de las basílicas de Kharab Shems, de Turmanin o de Qalb Luzeh encontramos elementos formales que serán típicos del románico occidental: arcos ciegos, columnas adosadas, ménsulas..., incluso el reducido tamaño de sus vanos (a causa de la climatología) y el mayor desarrollo de sus fachadas principales, tendentes a cierta monumentalidad.
Analizaremos a continuación uno de los edificios más característicos de la arquitectura paleocristiana, la basílica, nombre que relaciona a Dios con basileus, rey en griego, y que nace con la intención de construir un ambiente donde cada función tenga un lugar apropiado (gran capacidad para albergar a los fieles, la iluminación y la visualidad, la colocación de los eclesiásticos, etc.) y además contenga en su disposición un significado espiritual (forma, orientación, etc.). El empleo de estructuras basilicales para las iglesias es una constante en todas las zonas del Imperio, adoptándose un tipo ya experimentado en época romana. Debido a las iniciales reticencias de los primeros cristianos, basadas en descripciones de los templos paganos como esta: “los amantes se ponen de acuerdo para consumar su adulterio, los alcahuetes pululan entre los altares y las habitaciones de los sacerdotes y las demás dependencias del templo son verdaderos prostíbulos”, se impone una rígida reglamentación que pudo tener su origen en documentos como la Constitución de los Apóstoles, antiguo apócrifo que tuvo mucho prestigio en el siglo IV, y en el cual encontramos las instrucciones de cómo deben construirse las iglesias cristianas: “Cuando tu (obispo) convocas una asamblea de la Iglesia, seas como un capitán de un gran navío, encargando a los diáconos que preparen sitios para los hermanos como si fueran pasajeros, con todo el debido cuidado y decencia. Primeramente cuida que el edificio para la iglesia sea largo, con su cabeza del lado de Oriente y sacristías en ambos lados del extremo oriental. Allí, en el centro, estará el trono del obispo, y a cada lado los presbíteros... Los laicos se sentarán en el lado de poniente con orden y quietud. Las mujeres estarán separadas y guardando silencio. En el centro, el lector, sobre un lugar alto, llerá los libros de Moisés, de Josué, Jueces...” Vemos que, con excepción de las lecturas del Nuevo Testamento, no hay nada que difiera de la liturgia original judía; los cristianos aceptaron dicha tradición con ligeras modificaciones. Por otra parte, Constantino tan solo subvencionó las construcciones, pero serían los obispos de cada zona los que decidieran la forma de los templos.
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La estructura general típica de la basílica (en el siglo IV) estaría compuesta por:
- Atrio con fuente central y rodeado de galerías, tres de las cuales, las más alejadas del templo, se dedican a los peregrinos, mientras la más inmediata...
- el Nártex, se reserva para los catecúmenos (los no bautizados o no iniciados en la doctrina cristiana).
- Normalmente consta de 3 o 5 naves separadas por arcadas sobre columnas o pilares; la central más elevada y ancha. Este sistema de apoyar el arco sobre la columna aislada, que se generalizará en el arte bizantino, es una novedad muy importante. Algunas veces se interpone entre el arco y el capitel un ábaco de forma piramidal que dará lugar al cimacio bizantino. La orientación al este, de donde procede la luz y donde se hallan los Santos Lugares, nos habla del simbolismo espiritual antes apuntado.
- Septum o nave transversal que separa las naves del presbiterio; cuando sea necesario más espacio para que los fieles sigan más de cerca la ceremonia, se transformará en el transepto o crucero, elemento muy importante, como sabemos, pues hace más visible y cercano el altar y facilita la funcionalidad de las iglesias de peregrinos, creándose así la también simbólica planta de cruz latina.
- Predomina el eje longitudinal; las columnas seriadas, las molduras del techo, los entablamentos, las líneas de los mosaicos, etc., marcan la dirección del altar; este espacio-camino se mantendrá también durante la Edad Media.
- El espacio se dividía jerárquicamente: en el presbiterio y ábside se situaban el obispo y los sacerdotes, en las naves el pueblo bautizado, con las mujeres en el lado de la Epístola o en la tribuna (matronium), y los hombres en el lado del Evangelio.
- La cubierta es un armazón de madera a dos aguas en la central y a un agua las laterales.
- El remate de la nave central es una exedra semicircular o poligonal llamada ábside (cabeza de Cristo), en sustitución del testero romano que albergaba al magistrado y a su séquito. Alrededor de éste puede existir ya un deambulatorio para peregrinos (San Sebastián extramuros).
- El altar, situado en el ábside, no está adosado como en el templo romano, sino aislado, para que el sacerdote pueda celebrar los oficios de cara a los fieles.
- La iluminación: cuando aparece la tribuna (piso sobre las naves laterales), las ventanas se colocan a mayor altura, y el templo gana verticalidad.
- El altar, que se encuentra en el presbiterio, se cubre con un baldaquino o ciborio y ambos quedan debajo de un arco triunfal (otro símbolo, el del triunfo de la Iglesia) que es donde se inicia el ábside.
- Debajo de este conjunto puede existir una cripta (que alberga las reliquias de los mártires). - También pueden aparecer las dos dependencias anexas al altar de que hablábamos anteriormente: el diaconicón (altar en el ábside meridional sobre el que se disponen los ornamentos litúrgicos) y prótesis (altar en el ábside septentrional, donde se preparaban el pan y el vino eucarísticos).
- Como dijimos al principio, el exterior del templo no es importante, y apenas se trabaja. Tampoco existen inicialmente imágenes en el interior . “No harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto” (Ex 20,4-5).
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Como curiosidad, ante la escasez de mano de obra provocada por una fiebre constructiva que también nos recuerda a la vivida en Europa en la época románica, Constantino llegó a escribir:: “Se necesita a todos los arquitectos posibles, pero como no los hay, Vuestra Exc. animará a estos estudios a los hombres de las provincias africanas que tengan alrededor de dieciocho años y que gusten de las artes liberales. Para hacérselo atractivo, es nuestra voluntad que, tanto ellos, como sus parientes queden libres de las obligaciones que se acostumbren a imponer a los individuos y que se asigne a los estudiantes un salario adecuado”.
Al comparar una basílica romana con otra cristiana vemos que, aparentemente, hay pocos elementos diferenciadores aparte de la escala; pero son estos los que dan una nueva idea en el planteamiento del problema espacial. La basílica romana es simétrica respecto a los dos ejes: columna frente a columna, ábside frente a ábside, creando un espacio con un centro preciso y único. El arquitecto cristiano rompe la simetría del rectángulo, dejando solamente el eje longitudinal y haciendo de él la directriz del cambio del hombre. La concepción espacial, ayudada por la decoración tienen una medida de carácter dinámico: la trayectoria del observador. De ese sentirse extraño, ajeno y anonadado por el edificio romano, se pasa a un sentimiento de participación, de acogimiento, de esa “medida humana” que cantaba Gerardo Diego de San Juan Rabanera.
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Y aunque dijimos que en este artículo no hablaríamos de los templos de planta centralizada que también se crean en esta época, hay que decir que en ellos se realiza la misma conquista dinámica. De los panteones romanos, estáticos, centrados y sin contrastes (Agripa) se va asimilando la sensibilidad oriental y sus motivos atmosféricos (templo de Minerva Médica), hasta crearse edificios como el de Santa Constanza, con su alternancia de luces y sombras, su línea de columnas apareadas con orientación radial, y una pluralidad de indicaciones que invitan a la libre circulación, un espacio religioso pero, al mismo tiempo, más humano.
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Bibliografía
WARD-PERKINS, John B.: Arquitectura romana, Aguilar.
KRAUTHEIMER, Richard.: Arquitectura paleocristiana y bizantina. Cátedra
VIÑUALES CONZALEZ, Jesús. Historia del arte antiguo y medieval. UNED
HUYGHE, R. El arte y el hombre. Planeta.
PIJOAN, Summa Artis.
WINCKELMANN, J. J: Historia del arte en la Antigüedad. Aguilar
DE PALOL, Pedro. Historia del arte. Arte paleocristiano de Occidente. Salvat
VEGA, Manuel. Arte paleocristiano
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INFORMACIÓN RELACIONADA:
- Barcelona. Sant Marc de Gironella
- Lugo. Santa Eulalia de Boveda
- Menorca. Alaior. Basílica de San Bou
- Las ciudades muertas de la Siria bizantina
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