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LOS PROFETAS, PATRIARCAS, JUECES y REYES DE ISRAEL. Jueces y reyes

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Sansón desquijarrando al león. Colegiata de San Martín de Elines.

3. Los Jueces

Tras el Éxodo y la Conquista de la Tierra Prometida, se inicia la época de los Jueces, comprendida entre la instalación de los israelitas en Palestina y el ascenso de Saúl al reinado. A partir de este momento, la Biblia no se ocupa de los egipcios ya que en el siglo XII a.C. su poder está muy debilitado en Palestina. Frente a ellos, los israelitas se encuentran con cananeos y filisteos. La conquista del país de Caanan comporta un cambio radical en su vida, al transformarse de nómadas en sedentarios y de pastores en agricultores; y presenta el peligro de Baals o dioses locales que atentan contra el monoteismo israelita.
Los jefes de Israel durante este período son Débora, Gedeón, Jefté, Sansón, Elí y Samuel; no se trata de jueces en el sentido actual del término, sino de jefes militares y héroes populares valerosos de Israel (Réau, 1996: 271).

3.1. Gedeón

Denominado también Jerubaal o Jerobal, su historia la relata el Libro de Jueces 6-8. En la Edad Media se le suele representar frecuentemente como un caballero, con casco y cota de malla. Como atributo aparece con un cántaro roto en alusión a su victoria contra los madianitas, en la cual los hombres rompen los cántaros que llevaban en la mano para retirar las antorchas. Los ciclos narrativos son bastante escasos, siendo uno de los más completos el de la catedral de Chartres donde, en una arquivolta de la portada norte Gedeón es visitado por un ángel; ofrece un sacrificio; aprieta el vellocino y tiene a dos madianitas encadenados (Réau, 1996: 271-276).

3.2. Jefté, el galaadita

Abimelec, hijo de Gedeón, que había sido abatido por una piedra que arrojó una mujer desde lo alto de la muralla de una ciudad sitiada, fue sucedido por Jefté, convertido en jefe de Israel (Jue. 9, 52). Hijo bastardo de Galaad, había sido expulsado por los hijos legítimos de su padre, pero una embajada fue a suplicarle que tomara el mando del ejército para combatir a los ammonitas. Consiguió una victoria; pero víctima de una promesa imprudente pagó su victoria con la muerte de su hija única.
Jefté es considerado por los doctores de la Iglesia una de las prefiguraciones de Cristo: “Jefté –escribe san Agustín- ha inmolado a su hija; Cristo ha inmolado su carne”. Su hija sacrificada a Dios es la prefiguración de la Virgen consagrada en el Templo. El ciclo más importante es una colgadura del siglo XV tejida hacia 1470 en Tournai por Pasquier Grenier, para el duque de Borgoña Felipe el Bueno (Réau, 1996: 277).

 

3.3. Sansón

Sansón es el más famoso de los jueces israelitas, héroe bíblico de fuerza excepcional, encarna la lucha contra los filisteos. Su vida y hazañas son también narradas en el Libro de los Jueces (13-16), donde éste manifiesta su fuerza a través de varios episodios: despedaza a un león “en dos, como se desgarra un cabrito” (Jc 14,6); incendia los trigales de sus enemigos lanzando sobre ellos que llevan antorchas (Jc 15, 4-59); mata a mil filisteos con una quijada de asno, tras haberse desembarazado de las cuerdas que lo sujetaban (Jc, 14-16).
 


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16. Caída del ídolo Dagon, en el templo de Asdod, f. 94v

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17. Sansón mata al león. San Martín de Elines.

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18. Ciudad de David. Biblia de Ripoll, h. 1020 (Roma, Biblioteca Apostólica Vaticana, Vat. Lat. 5729, f. 160v).


La más celebre de sus historias está relacionada con Dalila (Jc 16, 4-22). Revela que la fuerza del gigante reside en sus cabellos. Traicionado por ésta que le corta sus siete trenzas, Sansón es entregado a los filisteos, que le sacan los ojos (Jc 16, 19) y lo humillan obligándole a dar vueltas a una rueda de molino. Esto se interpreta como una prefiguración del Escarnio de Cristo durante su proceso. Habiéndole crecido de nuevo los cabellos, Sansón experimenta su vigor recuperado arrancando un árbol. Los filisteos lo lleven al templo de su dios Dagón para divertirse con él; Sansón se venga derribando dos de las columnas con la única fuerza de sus brazos (fig. 16). El templo se viene abajo y Sansón perece con todos los filisteos (Jc 16, 26-31). Este relato se ha interpretado de manera simbólica por los comentaristas durante la Edad Media. El combate contra el león prefigura la victoria de Cristo sobre las fuerzas demoniacas y la muerte; la victoria sobre los filisteos anuncia la Resurrección, a Cristo que sale de la tumba, poniendo en fuga al demonio; igualmente, durante la Edad Media se compara a Sansón con Hércules.
Tradicionalmente Sansón es representado como en la plenitud de la vida, con largos cabellos. Aparece con barba o sin ella en los ciclos donde interesa subrayar su juventud, como joven imberbe con una larga cabellera recogida en trenzas. A partir del siglo XV, se le representará desnudo y Durero lo viste, en un dibujo de hacia 1497, con una piel de león, asimilándolo a Hércules. En la iconografía de las virtudes es, como Hércules, el símbolo de la Fuerza y tiene como atributo una columna partida. Transformado en atlante, “Sansón fortín”, como lo llama la traducción francesa del Speculum Humanae Salvationis, sobre sus hombros robustos soporta el peso de los púlpitos o las cátedras.
El combate de Sansón con el león (Jc 14, 6) en las representaciones más antiguas, se representa mediante la imagen del héroe de pie frente al león al que ahoga o degüella. En ocasiones también disloca la mandíbula de la fiera, conforme señala el texto bíblico (fig. 17). Durante la Edad Media, “desgarra” al león destrozándolo contra su rodilla. Sansón venciendo a mil filisteos (Jc 15, 14-16), figura entre las esculturas del pórtico norte de la catedral de Chartres. La historia de Sansón y Dalila (Jc 16, 14-16) fue ampliamente representada por los escultores de las misericordias de las sillerías de coro góticas, que orientaron su temática hacia una iconografía profana, ensalzando diferentes vicios y virtudes a través de leyendas extendidas y actividades de carácter popular. Los ciclos sobre su vida aparecen muy temprano en catacumbas y mosaicos romanos, desarrollándose en la escultura francesa de la Edad Media (Brion y Heimann, 1956: 74-85).

4. Reyes de Israel

La historia de los Reyes de Israel se divide en tres fases:
1. El período de unión de las doce tribus, durante el cual Israel alcanza el apogeo de su grandeza, en los tres reinados: Saúl, David y Salomón (siglos XI y X a.C). La representación de los dos últimos es la que tiene un mayor eco en el arte medieval.
2. El período del cisma o separación de los reinos de Israel y de Judá que se extiende hasta el cautiverio en Babilonia. Después de la muerte de Salomón, el poder de Israel se debilitó por la separación de los reinos de Israel y de Judá que no pudieron oponer resistencia alguna a la conquista asiria, poniendo fin a sus divisiones anexionándolos. Este período poco glorioso se extiende desde el siglo X hasta el VIII a.C. y solamente enriqueció la iconografía cristiana con un reducido número de nuevos temas. Los nombres de Roboam y Jeroboam, Asá y Exequias, Jezábel y Atalía sólo han tenido débil eco en el arte.
3. Período de dominación extranjera que se prolonga desde el exilio hasta el nacimiento de Cristo, y cuyo episodio más glorioso es la resistencia de Judas Macabeo. De esta época, el arte cristiano ha tomado fundamentalmente cuatro temas: Las Victorias de Judas Macabeo; El Advenimiento de Jonatán Macabeo; El Martirio de los siete hermanos Macabeos y El Castigo de Heliodoro (Réau, 1996: 299).

4.1. Saúl

Primer rey de Israel, consagrado por Samuel, ha sido eclipsado por sus dos sucesores, David y Salomón (Walter, 1976: 53 – 73). De su historia se han conservado sus envidias contra el rey David, vencedor del gigante Goliat, sus ataques de melancolía que sólo podían calmarse con la música, y su trágica muerte en un combate con los filisteos en el cual, al enterarse de la muerte de sus hijos se atravesó con su propia espada. El arte religioso de la Edad Media no supo sacar partido de esta trágica figura porque Cristo no aparece a través de su sombra y porque su vida ofrece temas más poéticos que didácticos (Réau, 1996: 299).

4.2. David

David sucedió a Saúl como rey de Israel y vivió entre el 1000 y el 960 a.C. Octavo hijo de Jesé y descendiente de la tribu de Judá, fue ungido por Samuel a espaldas del rey Saúl, cuando era sólo un joven pastor que guarda los carneros de su padre. Músico, David es admitido en el entorno del rey y sólo es capaz de disipar la melancolía de éste tocando el arpa. En la historia de este rey el episodio fundamental es la guerra contra los filisteos, donde, David, que ha acudido a llevar provisiones a sus amigos combatientes, propone al rey aceptar el desafío del gigante Goliat, al que vence y mata con una piedra lanzada con su honda. Su regreso triunfal, tras el combate, anuncia la Entrada de Jesús en Jerusalén. Tras la muerte de Saúl y su ascenso al trono, será un rey unificador ya que realiza la unidad de su reino mediante la toma de Jerusalén, convirtiéndola en capital (fig. 18). Construye el palacio real en Jerusalén y durante el traslado del Arca sagrada, hasta entonces en tiendas, expresa su alegría mediante la danza en ceremonias cultuales. Sin embargo, este rey-sacerdote, en el que los Padres de la Iglesia han saludado la prefiguración del Cristo-Rey, envia traicioneramente a la muerte a Urías, el marido de Betsabé, a la que desea. A pesar de este crimen y otros pecados que arrojan una sombra de afrenta sobre su reinado, se convirtió para los Profetas y Padres de la Iglesia en una especie de rey ideal.
 


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19. Rey David. Museo de los Agustinos de Toulouse. Procede de la Sala Capitular de La Daurade.

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20. Árbol de Jesé. Santo Domingo de Silos. Claustro

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21. El Palacio de Salomón .Biblia de Ripoll, h. 1020 (Roma, Biblioteca Apostólica Vaticana, Vat. Lat. 5729, f. 95).


La iconografía de David es inmensa tanto por la multiplicidad de las obras como por la variedad de los motivos y aspectos señalados, siendo representado bajo tres apariencias principales: pastor, músico y profeta. Una última variante, menos difundida, como as de picas y valeroso judío, también debe ser señalada. Desde finales de la Antigüedad, y en el arte de las catacumbas, se ha mostrado al pastor juvenil, sin barba. Durante el período de la Antigüedad Tardía, el joven David lleva la túnica exómida, dejando desnudo un lado del pecho. Durante la Edad Media, se le representa con el aspecto tradicional de los campesinos, con el cayado de pastor. A veces lleva la espada arrancada a Goliat, así como la cabeza del héroe filisteo. El segundo tema preponderante es el rey David, músico, chantre y autor de los salmos. El rey salmista es un anciano y lleva barba; aparece con el arpa, la lira, la cítara o el salterio (fig. 19). Ese tipo del Salmista ha sido calcado sobre la imagen pagana de Orfeo tocando la lira. Ese segundo aspecto de David ha sido popularizado por las miniaturas de los Salterios y por los postigos de órgano donde el tema era casi de rigor (Lassus,1973: 120-130). En los Árboles de Jesé (fig. 20), donde figura con los reyes de Judá entre los antepasados de Cristo encarnado, tiene como atributo un arpa, convirtiéndose en la Edad Media en el patrón de los músicos, de los Meistersinger. En el período bajomedieval, David aparece como profeta y valiente, extendiendo una filacteria.
Entre los ciclos davídicos se encuentran los frescos de Dura-Europos (244-245) ya en el gótico los figurados en la portada Norte de catedral de Chartres y en la fachada occidental de la catedral de Reims. Las imágenes de David pastor (I Sam. 16), muestran a éste sentado en medio de su rebaño y tocando un instrumento de cuerda. La composición de la escena debe mucho a las representaciones de Orfeo en la Antigüedad tardía. En la unción de David por Samuel (I Sam 16, 13), éste derrama sobre la cabeza de David el aceite de un cuerno, cuyo extremo es tocado por la mano de Dios. Pastor joven, David tiene detrás suyo a su padre Jesé y a sus tres hermanos. Cuando se representa el momento en que David mata al oso y al león que amenaza su rebaño (I Sam. 17, 34-36), como aparece ilustrado en un capitel de Vezelay, puede confundirse con la secuencia donde Sansón desgarra al león. David, más joven que Sansón, se distingue de éste porque arranca una oveja de las fauces de la fiera, lo que no hace Sansón. Igualmente suele apoyar a menudo la rodilla en el lomo de la fiera, al estilo de Mitra. En el combate entre David y Goliat (I Sam 17, 31-52), se prefiere la representación de la lucha y la victoria, más cargados de simbolismo, que el momento en el que David rehusa las armas de Saúl y se sirve exclusivamente de su honda. Al representar Después del combate, el regreso del vencedor (I Sam 18) las mujeres le aclaman, con canciones, tocando el arpa y el laúd. David lleva la espada tomada a Goliat, con la cabeza del filisteo colocada al extremo de la misma. Una escena que cobra vital importancia por su valor simbólico es el Traslado del Arca de la alianza a Jerusalén (II Sam 6, 1; I Cr 15). Toda la secuencia que va de la captura del Arca por los filisteos a su regreso a esta ciudad está cargada de valores simbólicos, que van de la captura de Jesús por los judíos a la comparación del Arca con la Virgen. Entre las mujeres de David, por regla general, sólo está permitido hacer referencia a Abigail (I Sam 25, 20). Ésta sabe apaciguar la cólera de David al encontrarse con su esposo Nabal. Tras la muerte Nabal, la prudente Abigail se casa con David. En varias representaciones, desciende de su asno y se arrodilla implorante, ante David que va montado a caballo. El relato de David y Betsabé (II Sam 11-12) comprende no sólo el Baño de ésta última sorprendida por el rey, sino también la entrega por David a Urias de la carta que le envía a la muerte (II Sam 11,14), las reprensiones del profeta Natán y el arrepentimiento de rey (Duchet-Suchaux y Pastoureau (1996): 124-128).
4.3. Salomón

Sexto hijo de David, su madre Betsabé, de la que es el hijo preferido, consigue que su padre lo bendiga y escoja como heredero del trono. Consagrado por el profeta Natan (I Rey 1, 32, 40), es famoso por su sabiduría, virtud que se hace patente en el juicio que pronuncia entre dos prostitutas que se disputan un niño (I Rey 3, 16-28). Sin embargo, su poder se mide por el número de mujeres, que le hará caer en la idolatría. Responsable también de la construcción del Templo de Jerusalén y de la visita de la Reina de Saba. Es considerado el autor de los Proverbios, El Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. En el Oriente bizantino se considera que Salomón está provisto de dotes mágicas. Vence a los demonios gracias al “sello de Salomón”, en forma de estrella de seis puntas. La tradición exegética cristiana ve en Salomón una prefiguración de Cristo. Su llegada a Guijón, donde recibe la unción real (I Rey 1, 32-40), anuncia la entrada de Jesús en Jerusalén, prefigurando su juicio el Juicio Final (fig. 21).
 


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22. Salomón y la reina de Saba. Claustro Concatedral de San Pedro. Soria.


En el arte occidental, Salomón aparece a menudo en los árboles de Jesé, con su padre David, entre el conjunto de los antepasados de Cristo, asociándosele a menudo con la reina de Saba (fig. 22) y relacionándose con representaciones de Maria.
La coronación de Salomón (I Rey 1, 38-39) suele elegir para su representación el momento en el que montado en la mula de David entra en Guijón, como Cristo en Jerusalén. Salomón, elevado sobre un escudo, es coronado; este ceremonial recuerda el practicado en los siglos VI y VII con los reyes merovingios. El juicio de Salomón (I Rey 3, 16-28) se ha representado innumerables veces desde el siglo IV. El gesto del verdugo que sostiene al niño por un pie, con la cabeza abajo, dispuesto a cortarlo en dos con la espada, reaparece multiplicado en la escena de la Matanza de los Inocentes. La diferencia radica en que aquí no se trata más que de un inocente cuya muerte es fingida. Otro episodio que goza de amplia representación en la Edad Media es La construcción del Templo (I Rey 5, 15-32). La visita de la reina de Saba (I Rey. 10, 1-13) comporta dos variantes iconográficas: en la primera, la reina de Saba, de pie, se inclina frente a Salomón que le recibe sentado sobre el trono de los leones; en el segundo caso, ella está sentada a su lado. En el primer caso, la escena está calcada de la Adoración de los Magos: así se explica la falta de galantería de Salomón, que para hacer pareja con el Niño Jesús permanece sentado ante la reina de pie; para acentuar aún más este paralelismo entre ambas escenas la reina prosternada frente a Salomón a veces está acompañada por dos sirvientas. En el segundo caso, la Coronación de la Virgen ha servido como modelo, a menos que se prefiera ver allí una réplica de la escena en que Salomón hace sentar a su diestra a Betsabé, su madre (Moralejo, 1981: 79-110). La idolatría de Salomón (I Rey 11, 4-8), muestra como en su vejez, el rey Salomón se deja apartar del Dios verdadero por sus innumerables mujeres, ofreciendo sacrificios a Moloc y a Astarté. Salomón aparece representado de rodillas ante el ídolo. Junto a él, una mujer tocada con un turbante le apoya la mano en el hombro señalando al falso dios; escena que puede aparecer asociada con la historia de Sansón y Dalila.

 

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