La identificación de Santiago el Menor en los relieves románicos de Turégano
© Agosto 2010 - Grupo de Investigación Ailbe |
IACOBUS F(rater) DOMINI
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Seguramente, el presente artículo constituye, en sí mismo, la primera crónica de una investigación realizada en directo a través de un foro de debate on-line dedicado al estudio del arte románico. Por este motivo, las siguientes páginas se estructuran a la manera de un reportaje periodístico. Sin embargo, el resultado final no deja de ajustarse a los parámetros académicos que debe tener cualquier investigación dedicada al arte románico. |
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Santiago de Turégano (Vista exterior)
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Mapa de Carreteras A-1 y Segovia
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Interior ábside románico
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Hace algunos años, los medios de comunicación recogieron que, en la villa de Turégano (Segovia) se había hallado un ábside románico escondido detrás del retablo barroco que presidía la cabecera del templo. Desde el principio, se tuvo la certeza de que se trataba de un descubrimiento excepcional, no sólo por la calidad del conjunto escultórico encontrado en forma de dos magníficos retablos pétreos sino también porque, en el arte románico hispano, sólo se conocían otros dos casos de configuración semejantes, los de la catedral de Santo Domingo de la Calzada y la Seo de Zaragoza. Además, los retablos podrían conservar su policromía original.
En cuanto a su figuración, el primero de los retablos está constituido en su tema central por una Maiestas Dómini acompañada de la representación del Tetramorfos. Seis figuras humanas acompañan a esta escena central, colocadas en dos niveles escultóricos: tres figuras humanas de pie en el nivel superior, tres figuras humanas arrodilladas en el inferior. El tema central del segundo retablo está ocupado por la representación de un personaje connotado con un libro y un báculo que, en un primer principio, se identificó que acababa en forma de letra griega Tau.
Con estos detalles iniciales, parecía que no quedaba lugar para la duda. Ya que, en la actualidad, el templo está acogido a la advocación de Santiago el Mayor, el patrón de España, se dictaminó que la figura esculpida no podía ser otra que la del propio santo, ya que una representación de Santiago el Mayor presidía también el retablo barroco, así como la entrada a la iglesia.
A partir de aquí, esta es la crónica de una duda: la de si el personaje representado era el Apóstol Santiago, patrón de España. La duda surgió porque la escultura se data como (¿?) del siglo XIII, fecha en la que, entre otras cosas había sido ya publicado el Líber Sancti Iacobi y estaba definida la iconografía del Apóstol compostelano.
La perplejidad inicial se produjo por tratarse de un Santiago definido por los lugareños como incitante a la peregrinación compostelana. Sin embargo, esta duda entraba en contradicción con los estudios que se habían realizado y que se habían recogido en la prensa. Unos reportajes artículos periodísticos en los que algunos manifestantes indicaban que, si en el 1211 se habían terminado las obras de la catedral compostelana, parecería lógico que se fomentase la idea de la peregrinación con esculturas como ésta.
Al analizar la escultura, se observó que la restauradora había recuperado el color rojo inicial del manto, tal color es símbolo de martirio y, por lo tanto, estaríamos ante un personaje connotado como mártir, como lo fue Santiago el Mayor, el de Compostela. El personaje, mientras que en su mano izquierda sujeta un libro, ase un bastón con la derecha.
El Santiago el Mayor de la iconografía románica de Compostela también sostiene un bastón, pero con forma de cruz de Tau. Una cruz luego prohibida en las representaciones iconográficas ortodoxas por su vinculación con otros conceptos, pero un símbolo sobre el que los estudiosos, siguiendo la interpretación de la Segunda carta a los Corintios (12,12), afirman que sería el signo que conferiría la característica de Apóstol de quien la lleva.
Ahora bien, si en Turégano los estudiosos habían justificado la presencia de Santiago el Mayor, el hijo del Zebedeo, por la fecha de terminación del templo, y de ciertas similitudes compositivas como el Maiestas, el Santo, y otras, a muchos nos pareció que la escultura de su relieve debería llevar también una Tau como lo hace en Compostela o, al menos, un Bordón como indica el Códex Calistinus. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no sólo no llevaba nada de eso, sino que incluso parecía que asía mal el bastón. El personaje no estaba cogiendo una herramienta bordón que le ayudase a caminar ni siquiera una Tau. Era otra cosa. También vimos que, junto al bastón, el posible apóstol venía connotado con un libro, mientras que en Compostela lo hace con una filacteria, parecía que de ser un Santiago, puesto que tal era la advocación de la iglesia, tendríamos que apuntar en otra dirección, aunque de entrada los estudios consultados no estuvieran identificando este personaje con el otro discípulo llamado Santiago, es decir, con el Menor, el hermano del Señor, el escritor neotestamentario. Además, también intuimos que, en la mano con la que sostenía el libro, sobresalían dos dedos con los que o bien el personaje estaba indicando que se había escrito algo en las dos páginas abiertas, un detalle iconográfico reservado en la mayoría de las ocasiones con alguna intencionalidad, la de labrar letras, o bien que, con los dos dedos, se quería hacer referencia a la doble naturaleza de Cristo, de la que tanto habla la Carta de Santiago.
Pero, continuábamos pensando que, en este plazo de tiempo de finales del XII, cabía la posibilidad de que el comitente o artífice hubiesen tomado referencia del Pórtico de La Gloria para componer el ábside de Turégano, centrando el motivo principal en la Maiestas Dómini y el Tetramorfos apocalíptico e identificando a los personajes compostelanos de la Jerusalén Celestial con los lugareños representados bajo el Tetramorfos, como en Santiago, es decir, sustituyendo a los personajes por los parroquianos y dividiéndolos en dos niveles según su posición social a la inversa, más alto el más bajo, por razones catequéticas. En esta representación, no obstante, faltarían los condenados, los del limbo si usábamos las interpretaciones actuales del Pórtico. Además, en este relieve faltaba Santiago, al que se le representaría en ese tamaño tan impresionante en el lado norte. Siguiendo lo que habíamos leído, Santiago estaría de pie en el otro relieve, como el conductor de peregrinos encargado de llevarlos a la Jerusalén Celestial, lo cual volvió a aumentar las dudas; ya que, para aceptar esto, tendríamos que asociar el bastón de Santiago con un cayado de pastor, olvidándonos así de la forma de empuñarlo y admitiendo como bordones los palos asidos por los lugareños peregrinos.
Además, incluso admitiendo la presencia del libro en función de la representación del Calistino, al personaje le faltaba la aureola o nimbo con la que se representa a Santiago el Mayor tanto en el mismo libro Calistino como en el parteluz compostelano. Más aún, en esos momentos nos pareció un detalle plástico interesante el que parecía que todos los vivientes del Tetramorfos se habían representado sin libro. También recordábamos que, en Compostela, el santo, como se ha dicho, estaba representado iconográficamente con un rollo profético o filacteria en el que se podía leer en latín: "El Señor me trajo". Eran pues dos razones por las que parecería que el libro del santo tureganense sobraba. ¿Qué libro era ése?. |
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Imposta escuela segoviana
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Después, nos vino la siguiente intuición. En aquella época, sólo había una persona que no fuese santa y que pudiese representarse iconográficamente llevando un bastón. Una persona que admitiese la caracterización de no precisar asir fuertemente el bastón, de llevar amplios ropajes, de vestir de rojo el manto, de mostrar su fuerza bajo un libro en alusión a la Divina Palabra, a las Divinas Enseñanzas, de tener poder para arengar a todas las clases sociales lugareñas para hacerles realizar la peregrinación que les condujese a la Jerusalén Celestial, de tener dinero. En definitiva, una persona con el poder necesario para reflejarse donde está ubicado este relieve, con las proporciones relativas reflejadas en la composición y que, además, se pudiese gastar el dinero en levantar iglesias en lugares como ése, es decir, el Obispo de Segovia. Además, conocíamos que la iglesia de Santiago de Turégano había sido mandada construir por Don Pedro de Agén, el primer obispo de Segovia, cuando, a principios del siglo XII, dicha villa había sido donada a la mitra segoviana por donación real. Quizás, el obispo así representado utilizaba su figura en alegoría de la Santa Madre Iglesia. Iglesia triunfante e Iglesia Militante de nuevo unidas en el románico.
Habíamos llegado al concepto de que el personaje representado podía ser un obispo, cuando nos asaltó una nueva pregunta. ¿Y si fuera Santiago, pero el Menor, y pasase en Turégano como ocurre en los magníficos relieves del monasterio de Silos, en los que llegaron a identificar por dos veces a Santiago el Menor y se olvidaron de Santiago el Mayor, el patrón de España? |
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Jesús camino de Emaús -Silos-
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Santiago el Menor -Compostela-
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Santiago el Mayor -Compostela-
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Para empezar, contábamos con un doble detalle plástico coincidente, pues en el pórtico de la Gloria se había representado a Santiago el Menor junto a San Juan evangelista con los dos mismas características que en Turégano: llevaba un báculo como símbolo de obispo y sostenía un libro, su carta canónica. Empezamos a darle vueltas. Conocíamos que Santiago el Menor no sólo había sido tenido por un autor neotestamentario, sino que la tradición cristiana lo consideraba el primer obispo, nada más ni nada menos que de Jerusalén, es decir, de la cristiandad. Sin embargo, ¿qué nos decía la propia escultura de Turégano?
El personaje se había representado descalzo, con lo que se indicaba que no estaba teniendo una experiencia humana, sino de fe, tal y como les había ocurrido a los discípulos de Emaús con el Cristo resucitado, representados también descalzos en el magnifico relieve de Silos. Conocíamos que esa misma experiencia de fe con el Cristo resucitado se la había atribuido San Pablo a Santiago el Menor en la Primera Carta a los Corintios: “Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles.” (XV,7) Nos inclinábamos más hacia una experiencia de fe, ya que nos habíamos dado cuenta de un detalle: si fuera un obispo de la época, ¿se le presentaría al pueblo como un personaje descalzo? Si fuese así, ¿nos encontramos ante un “obispo espiritualista” de los que predicaban la vuelta a los orígenes del Cristianismo y, entre otros preceptos, a la vida en pobreza evangélica? De entrada, no sería extraño, porque los canónigos regulares habían recogido este precepto dado como recomendación por el Papa Nicolás II en el Sínodo de Letrán. Un decreto que había sido repetido en el 1063 por el Papa Alejandro II. Además, a finales del siglo XII y principios de XIII, habían aparecido los movimientos espiritualistas. Unos movimientos que acabaron teniendo que optar por vivir al margen de la jerarquía o vivir dentro de ella, como les ocurrió a las órdenes mendicantes. Sin embargo, todo apuntaba a que, en el relieve de Turégano, se había plasmado iconográficamente una experiencia de fe.
Continuamos observando la talla. El personaje de Turégano no se presentaba con nimbo a la manera de lo que ocurría en Santiago de Compostela con la imagen de Santiago el Menor, pero sí se le había connotado con una capa cromática roja, el color del martirio. Recordamos que todos los discípulos evangélicos habían sufrido martirio, todos menos Judas Iscariote, que se suicidó. Sólo uno de ellos había sobrevivido al suplicio, San Juan Evangelista. ¿Qué tenía de especial respecto a la idea del martirio el que había sufrido Santiago el Menor? Según la tradición, su martirio se había producido en el mismo Templo de Jerusalén. No obstante, queríamos avanzar más utilizando los detalles plásticos reflejados en la propia imagen. Teníamos claro que el personaje se había podido connotar con un libro, porque de ser Santiago el Menor era uno de los cinco discípulos escritores neotestamentarios que habían sido así reconocidos canónicamente: Pedro, Juan, Mateo, Santiago de Alfeo (el Menor) y Judas Tadeo. Además, el personaje de Turégano asía ese bastón o báculo, con el que podía ser identificado fácilmente como la representación iconográfica del primer obispo de Jerusalén, es decir, del primer obispo cristiano. Con lo cual, el obispo que hubiese encargado estas obras en una villa episcopal también lo tenía muy fácil para identificarse con él. Lo mismo que Santiago el Menor había sido el primer obispo de la Jerusalén terrenal, yo lo soy de este territorio, podría querer decirles a las gentes.
La propia escultura no sólo nos daba estas ideas, sino que nos permitía ver detalles plásticos muy interesantes y reveladores. Según la tradición cristiana, a Santiago el Menor, por ser pariente cercano a Cristo, se le solía representar con unos rasgos físicos muy parecidos a los de Cristo, ya que en sus hagiografías se había llegado a escribir que, si Judas tuvo que dar un beso a Cristo, había sido para que, a causa de su gran parecido físico, al apresarlo, no los confundiesen, llegando a apresar a Santiago el Menor en lugar de a Cristo. Mirábamos una y otra vez el rostro del personaje del relieve de Turégano y, cada vez, lo teníamos más claro: su fisonomía estaba directamente emparentada con la manera de representar a Cristo, sobre todo, a partir del siglo XIII. Ahora fue cuando, de verdad, nos asustamos. De ser ciertas todas estas deducciones y si el personaje esculpido se trataba de un Apóstol, en Turégano, se encontraba un templo que estaba dedicado en la actualidad a Santiago Apóstol, el Mayor, el patrón de España, cuando en el románico se había querido representar al llamado Santiago de Alfeo, el Menor, el Hermano del señor, en un espléndido relieve pétreo. De entrada, esto significaba que, de poder acabar confirmando en Turégano esta identidad de Santiago el Menor, podríamos afirmar que, cuando el segoviano Francisco Rodríguez realizó en 1762 el retablo mayor rococó, se habrían equivocado de Santiago.
Poco a poco, llegamos a la conclusión de que, en la planificación del programa iconográfico del templo de Santiago de Turégano, el teólogo redactor utilizó la Carta de Santiago como un aviso espiritual en imágenes. Además, por algunos detalles plásticos, intuimos que el redactor teológico había podido ser una persona cercana a los movimientos espiritualistas de principios del siglo XIII que abogaban por la pronta venida de Cristo, la Parusía. Toda la iconografía parecía estar pensada para advertir a los fieles con la intención de que estuviesen preparados para las pruebas que se avecinaban, tal y como creían los movimientos milenaristas,. Una preparación para la prueba tal y como se expresa en la Carta de Santiago en el versículo 12 del capítulo Primero: “¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.” Y todo, porque como señala la misma carta en los versículos 7 y 8 del capítulo Quinto: “Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.”
Las propias piedras parecían confirmar esta relación entre la iconografía románica del Templo de Santiago de Turégano y la Carta de Santiago, ya que se habían estructurado como una lección teológica repartida en cuatro niveles iconográficos: dos interiores y dos exteriores, a través de estas formas:
1. Relieve interior: La figura de Santiago el menor, como símbolo del buen obispo, del pastor que vela por su rebaño y autor de la carta. Una epístola en la que se señala la doble naturaleza de Cristo en el versículo 1 del capítulo Segundo: “Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.” Cristo no es sólo un hombre, de ahí los dos dedos que despliega la figura sobre el libro:
2. Relieve interior: El Cristo juez de la misma carta, en el versículo 12 del capítulo Cuarto afirma: “Uno solo es el legislador y juez, que puede salvar o perder.” Y en el versículo 10 de ese mismo capítulo Cuarto: “Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.” Y en los versículos 5, 6 y 7, del capítulo Quinto: “Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste. Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías.” Además, nos dimos cuenta de que en la iconografía de la Maiestas Dómini y el Tetramorfos, Cristo señalaba también con dos dedos hacia el Viviente de Mateo, , el único que sostenía un libro. Un detalle plástico interesante ya que remitía a ciertas ideas milenaristas como la de la fecha de 1260 propuesta por Joaquín de Fiore en relación con la Parusía. Además, allí estaban los versículos 16 y 17 del mismo capítulo Primero de la Carta de Santiago en los que se expresaba el premio que viene de lo alto, tal y como está dispuesta la iconografía de Turégano: “No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación.”
3. Capiteles absidiales. También comprobamos que los capiteles de las ventanas absidiales que han llegado hasta nosotros, estaban interpretando los tres versículos iniciales del capítulo Cuarto: “¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros? ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones.” Más tarde, también descubrimos que alguno de estos capítulos podía llegar a tener una interpretación más certera y precisa dentro de este mismo contexto iconográfico.
4. Canecillos. Para acabar, nos dimos cuenta de que, en la otra iconografía exterior, en los canecillos, se expresaba el tema de la concupiscencia tal como se expone, entre otros, en los versículos 13-15 del Primer capítulo de la carta: “Ninguno, cuando sea probado, diga: "Es Dios quien me prueba"; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.”
Con todos estos datos iniciales, empezamos a tener claro que el conjunto de la iconografía escultórica del templo de Santiago de Turégano se había estructurado como una lección teológica pétrea basada en la Carta de Santiago. En este momento, aparecieron nuevos interlocutores que nos hicieron volver a pensar sobre lo ya andado.
Nuestros interlocutores, de conformidad con las manifestaciones “oficiales” locales y con las de estudiosos como Manuel Castiñeiras, mantenían la postura de que la figura del relieve representaba a Santiago el Mayor, el hijo del Zebedeo, el patrón de España, se ponderaba la actuación del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y se nos informaba que en el interior del libro que sostenía el personaje existía una inscripción pictórica que ponía: “Sanctus Jacobus”. En este momento, empezamos a tener todo algo más claro. Santiago el Menor, como "el primero" de todos los obispos cristianos y el "primado" de la iglesia de Jerusalén, era un buen modelo personal que podía ser asumido sin ninguna dificultad por el arzobispo de Toledo. Empezamos a hacernos preguntas: ¿Pudo el arzobispo de Toledo Jiménez de Rada poner una iglesia de su jurisdicción bajo la advocación del primer obispo cristiano? ¿Pudo utilizarlo como modelo teológico de las esculturas que debían adornar dicho templo? Teníamos presente que el personaje sostenía un "cayado" o báculo de obispo. Un detalle plástico que encajaba con unas palabras que había pronunciado el Papa Benedicto XVI: "Así, la palabra obispo se acerca mucho al término pastor; es más, los dos conceptos son intercambiables." De hecho, éramos conscientes de que al mismo San Agustín se le recordaba como Obispo y Pastor de la Iglesia.
Todo parecía empezar a encajar. Si Jiménez de Rada había querido protagonizar la historia de la Iglesia española a inicios del siglo XIII, si sobre la cabeza del Santiago de Turégano se había esculpido lo que pudiera ser un lobo, ¿qué mayor símbolo que para un obispo o Buen Pastor? ¿De quién defiende el Buen Pastor evangélico? El lobo, como el símbolo del Maligno en clave del evangelio de San Juan, permitía volver a hablar de la idea iconográfica de lo que representa la figura de un obispo. Si Jiménez de Rada quería ser el "primero", ¿quién había sido el primer obispo cristiano?, nada más ni nada menos que Santiago el Menor y en Jerusalén. Y, en este momento, empezamos a barajar nuevos datos históricos: "Destaca, a continuación, la actuación del prelado Rodrigo Jiménez de Rada) en el Concilio de Letrán, 1215, como defensor de la primacía de su sede (Toledo) frente a las pretensiones de las de Braga, Compostela, Tarragona y Narvona." (Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo CXCII. Número 1. Año 1995. p.111)
Es decir, Jiménez de Rada había podido querer reivindicar su primacía a través del ejemplo de Santiago el Menor, el primer obispo cristiano de Jerusalén. Además, estaba "luchando", contra otras posibles primacías, entre las que destaca la del arzobispo de Compostela. Volvimos a tenerlo claro. Para reclamar su primacía, ¿qué mejor que hacer esculpir a través de la Carta canónica del "Primado" de todos los obispos, Santiago el Menor, el Hermano del Señor en un templo de jurisdicción episcopal como era el de Santiago de Turégano?. Fuese o no Jiménez de Rada el impulsor, la asociación de conceptos con Santiago el Menor estaba clara no obstante. |
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Canecillos
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Bóveda de cuarto de esfera
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Detalle escultura
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Un detalle plástico de uno de los capiteles interiores nos volvió a dar la pista, el del demonio, la serpiente, Adán y Eva; pues, de nuevo, esta iconografía, como lo del lobo, se podía defender por la Carta canónica atribuida en la Edad Media a Santiago el Menor y, en concreto, a través del versículo 13 del capítulo I de su carta: "Ninguno, cuando sea probado, diga: "Es Dios quien me prueba" porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie." El teólogo redactor de la iconografía de Turégano conocía muy bien su oficio. Y escribimos esto porque sabíamos que, precisamente, Adán y Eva habían hecho todo lo contrario en el relato bíblico (Gén. III, 12-13) a lo que propone Santiago en su carta. Adán había acusado a Dios de crear a Eva como su mujer y Eva lo había hecho de haber colocado a la serpiente en el Paraíso. También éramos conscientes de que, en el arte románico, se esculpió más teología de lo que pueda pensarse; además, no todo el románico acaba teniendo una explicación historicista, pues a la historia se le pueden acabar escapando los datos de la fe que tenía y profesaba el comitente de un determinado templo; ya que no existía el llamado pensamiento único de la fe, como también ocurre en la actualidad.
Luego les tocó el turno a los tres personajes arrodillados sobre los que acabamos postulándonos esta pregunta: ¿Y si Jiménez de Rada quisiera poner arrodillados a los obispos que se oponían a su primacía entre los obispos de Hispania: Braga, Tarragona y Compostela, el connotado con un báculo en forma de TAU? Conocíamos que Rodrigo Jiménez de Rada no había mantenido una buena relación, si lo podemos definir así, ni con la figura de Santiago Apóstol ni con la sede metropolitana de Compostela: “En el cuarto concilio de Letrán, Rodrigo había indicado su escepticismo sobre la supuesta predicación de Santiago en España. En su historia, ni siquiera menciona las leyendas, ni de la predicación ni del hallazgo de su tumba, presentando la iglesia compostelana como construcción de Alfonso III.” (LOMAX Derek, Rodrigo Jiménez de Rada como historiador, en AIH, Actas V (1974) (587-592) p. 590. Rodrigo Jiménez de Rada estuvo pleiteando treinta años con la Iglesia para que, como arzobispo de Toledo, le reconociesen, como así fue, su primacía sobre toda la iglesia hispana Además, teníamos muy claro quién era el autor de la Carta de Santiago para los teólogos de los siglos XII y XIII y contábamos con otro factor de análisis. La tradición popular había llegado a confundir a los dos discípulos y Apóstoles llamados Santiago: “Al analizar la leyenda, Américo Castro cree que la imagen de Santiago, el santo patrón de la batalla y el protector de España, constituye una mezcla de varios elementos. Este crítico sostiene que Santiago el Mayor, el hijo del Zebedeo y Santiago el Menor, a veces llamado el hermano de Cristo, han sido combinados por confusión popular y que con ello se creó un Santiago compuesto.” (CONNOLLY, J.E., Biblioteca Nacional (Spain), Los milagros de Santiago. Biblioteca Nacional de Madri. Ms. 1052. Ed. Universidad Salamanca, 1991, p.15). No sólo se podía tratar de una confusión popular, sino también de una intencionalidad clara por parte del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, un Magister Theologiae que conocía que, en la liturgia del rito mozárabe, no se recoge ni una sola vez la mención de que Santiago el Mayor hubiese estado en España. Empezamos a comprender que, si Rodrigo Jiménez de Rada había tenido algo que ver con el conjunto escultórico de Turégano y conociendo como conocíamos su insistencia acerca de la primacía de Toledo, también era una evidencia que nos encontrábamos ante un gran conocedor de este detalle litúrgico. |
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Detalle escultura
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"Iacobus, Dei et Domini Iesu Christi servus"
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Capitel interior del ábside
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Por estos motivos, decidimos proseguir un poco más con la posible relación con el rito litúrgico hispano. Era evidente que, en esto del arte románico, tuvieron un papel destacado los denominados teólogos redactores de los programas teológicos, aunque hayan pasado a ser, casi siempre, los grandes olvidados. Al introducir el matiz de la liturgia del rito mozárabe (en la que no se menciona la presencia de Santiago el Mayor en España) nos estábamos acordando de citas bibliográficas de diversa naturaleza en las que se ponía de manifiesto la posible relación del rito litúrgico hispano con Rodrigo Jiménez de Rada desde distintas perspectivas: “En la supervivencia del antiguo rito litúrgico hispano hay que tener en cuenta, también de forma muy especial, la decidida acción que en su defensa hicieron algunos de los obispos toledanos, como Rodrigo Jiménez de Rada o Gonzalo García Gudiel, quienes lo salvaron de su posible extinción hasta los tiempos del Cardenal Cisneros.” (AA.VV,. Economía y sociedad en la España medieval, Madrid, Ed. Istmo, 2004., p. 442) “Con la obra RH de don Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), figura que domina toda la primera mitad del siglo XIII español, llegamos al término de nuestro estudio. A diferencia del CM de don Lucas de Tuy, contemporáneo y amigo del arzobispo toledano, RH contiene la narración más extensa de todas las que hemos analizado acerca del cambio de rito. Concretamente, se encuentra en el libro VI: en el capítulo 24 (Quod mezqvita Mavrorvm facta est ecclesia Christianorvm) y sobre todo en el capítulo 25 (De comvtatione officii Toletani)... Todo parece confirmar que a don Rodrigo no le interesan los hechos en sí mismos, ni los datos cronológicos (que no especifica). Lo que realmente le importa es vincular a la sede primada que él gobierna, un acontecimiento tan relevante como fue el cambio de liturgia. Su finalidad, pues, no es otra que la defensa de la primacía eclesiástica de Toledo en un momento de insumisión por parte de los arzobispos de Tarragona, Braga y Compostela.” (Extractos del artículo: JUAN PABLO RUBIO SADIA, OSB, Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos EL CAMBIO DE RITO EN CASTILLA: SU ITER HISTORIOGRÁFICO EN LOS SIGLOS XII Y XIII, en Hispania Sacra, Medievalia hispanica, 58 117, enero-junio 2006, 9-35, ISSN: 0018-215-X). “Vemos asimismo cómo interviene la «militia» al lado del «clerus » y sobre todo al lado del «populus» en la defensa del rito mozárabe o « toledano » contra del rito romano o «francés», aun si en dicha ocasión -Rodrigo, con toda evidencia, lamenta el triunfo final de una liturgia extraña- la «militia» no sale con la suya.” (Georges MARTÍN, Université Paris-Sorbonne, Nobleza y realeza en el De rebus Hispaniae (libros 4 à 9), Publicación original : MARTIN, Georges, « Nobleza y realeza en el De rebus Hispaniae (libros 4 a 9) », in : Hommage à Carlos Serrano, Paris : Editions hispaniques, 2005, p. 33-45.)
De repente, fuimos conscientes de que nos habíamos metido en un tema que se podía haber plasmado de forma directa en uno de los capiteles exteriores del templo de Santiago de Turégano. Ese capitel en el que se había reproducido la lucha a caballo entre dos soldados cristianos, podía explicarse a través de un texto de Rodrigo Jiménez de Rada en el que se recoge el tema del llamado Juicio de Dios que se celebró sobre cuál de los dos ritos (el romano, llamado galicano; el hispano, llamado toledano) era el que se debía seguir: “Pero porque el legado Ricardo se comportaba de forma imprudente en algunos asuntos, habiendo sido atentada la religión y la autoridad, le frenó hasta tal punto que aquel Ricardo fue privado de sus funciones de legado y cesado por el Sumo Pontífice Urbano. Pero antes de esta revocación, el clero y el pueblo de toda España estaban alterados por el hecho de que se les obligaba por parte del legado y del príncipe a recibir el oficio galicano. Y en un día determinado, congregados el rey, el primado, el legado y una gran multitud del pueblo, se produjo un altercado durante largo rato al resistirse firmemente el clero, la milicia y el pueblo para que no se cambiara el oficio, mientras el rey gritaba lo contrario con amenazas e intimidaciones, aconsejado por la reina. Por fin, el asunto llegó hasta tal punto, a causa de la pertinacia militar, que esta disensión se solventase con el certamen de un duelo. Habiendo sido elegidos dos soldados, uno por el rey, que luchaba a favor del oficio galicano, y el otro por la milicia y el pueblo, que combatía igualmente por el oficio toledano, el soldado del rey fue vencido inmediatamente, exultando el pueblo porque el vencedor era el soldado del oficio toledano. Pero el rey fue animado de tal modo por la reina Constanza que no se apartó de su propósito, juzgando que el duelo no era justo. El soldado que había luchado a favor del oficio toledano fue de la casa de Matanza, cercana al Pisuerga, cuya familia aún perdura.” (Rodrigo Jiménez de Rada, RH, VI, XXV. Extraído de JUAN PABLO RUBIO SADIA, OSB, Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos EL CAMBIO DE RITO EN CASTILLA: SU ITER HISTORIOGRÁFICO EN LOS SIGLOS XII Y XIII, en Hispania Sacra, Medievalia hispanica, 58 117, enero-junio 2006, 9-35,) |
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Aves afrontadas
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Caballeros cristianos en lucha
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Justa de lanzas
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Según íbamos avanzando en esta dirección, se nos informó de la existencia del siguiente texto: “Don Fernando y doña Isabel, por hacer bien y merced al cura y feligreses de la iglesia de Santiago de la villa de Turégano, acatando la devoción que nos habemos y tenemos al bienaventurado Apóstol, nuestro patrón, por la presente hacemos limosna a la dicha iglesia de la casa que fue sinagoga de los judíos de esta villa que vivían en la dicha Villa y que por nuestro mandado salieron fuera de nuestros reinos…” Ante tal referencia bibliográfica, sólo nos quedaba el camino de la hipótesis.
Es decir, nos preguntamos públicamente acerca de si existía documentación, anterior a la cita que nos habían proporcionado, en la que se asegurase que la iglesia de Santiago de Turégano había sido puesta en primera instancia bajo la advocación de Santiago el Mayor, “el patrón”. La pregunta era obvia; ya que, desde los posibles años de construcción y de escultura de Santiago de Turégano hasta la llegada de los Reyes Católicos habían pasado años, incluso un par de siglos, y la advocación del templo había podido cambiar. Además, conocíamos casos, como el del templo de San Miguel de Biota (Zaragoza) en el que se producían cambios de nombre. Mientras en algunas fuentes históricas actuales se hace referencia a su templo románico como de Santa María señalando que jamás se denominó de San Miguel en la Edad Media, existen documentos históricos medievales que lo denominan por su advocación histórica de San Miguel.
Nos quedamos perplejos. Si no existían documentos históricos que confirmasen que el templo de Turégano había estado dedicado en origen a Santiago el Mayor, sería toda una paradoja del destino que, a un templo dedicado en sus inicios a Santiago el Menor, el primer obispo judeocristiano de la historia y cuya advocación se habría perdido, los mismísimos Reyes Católicos le hubiesen dado como limosna la casa que fue sinagoga creyendo que se trataba del otro Santiago, el patrón. Como las cosas parecían complicarse para ciertas teorías, se nos indicó que había que tener presente que algunos autores habían atribuido la Carta de Santiago al patrón de España, a Santiago el Mayor. Sin embargo, sabíamos que esta identificación se había producido en un falso contexto del que más tarde daremos cuenta. Para nosotros, en ese momento, lo importante era conocer que la autoría de Santiago el Menor estaba fuera de toda duda en la Edad Media y, en concreto, en los lugares en los que se estudiaba teología, ya que la Carta de Santiago se había utilizado como soporte académico en manuales teológicos de curso en ellas.
Ahora bien, nos seguíamos preguntando. ¿Existirá algún otro lugar en el que se pueda documentar lo que estamos señalando que debió ocurrir en Turégano? Gracias a la búsqueda electrónica que realizamos, encontramos un caso que presentaba varios paralelismos con Turégano, el del municipio de Pedro Abad, que se encuentra al este de la provincia de Córdoba. El primer paralelismo consistía en que compartían contexto histórico, personajes y hasta la figura de Santiago el Menor: tal y como lo confirmaban los textos histórico acerca de la “Romería de Santiago el Menor, Patrón de Pedro Abad. "Sosegadas las lluvias del mes de abril (1236) que fueron copiosas, bajó el río (Guadalquivir) de modo que ya pudo vadearse, y de orden del Santo Rey (Fernando III) marchó un batallón y por su capitán Don Tello, quien con la ayuda del Señor conquistó el castillo (Algallarín), dejando prisioneros a todos, excepto a su Alcaide... Sucedió esta acción el día Primero de Mayo, día de los Apóstoles San Felipe y Santiago, cuya victoria fue de mucho placer para todo el ejército... El Santo Rey hizo purificar la Mezquita (de Algallarín) que era pequeña, se bendijo y se le dio la advocación de Santiago el Menor, porque echadas suertes entre los Apóstoles, cayó al hermano del Señor...
Esta romería conmemora la conquista del poblado de Algallarín, entonces musulmán, por parte de las tropas cristianas, comandadas por Tello Alfonso de Meneses el día 1 de Mayo de 1236, día que se celebra la festividad de los Santos Felipe y Santiago. Los fieles cristianos atribuyeron este hecho a uno de esos santos y decidieron echar a suertes a cual debían celebrar.
Al purificar y consagrar la mezquita allí existente, el titular de la recién creada iglesia paso a ser Santiago El Menor. Con el tiempo, al pasar la Parroquia a Pedro Abad, esta iglesia se dedico exclusivamente a dar culto a este santo y para celebrar este día.”
El segundo paralelismo, ponía de manifiesto que, tal y como sostenía Américo Castro, la confusión por la tradición popular de los dos Santiagos era un hecho real; ya que, tradicionalmente, en este municipio se había llegado a utilizar la misma imagen, la de Santiago el Menor, para referirse a los dos Santiagos en dos fiestas litúrgicas diferentes: “El pueblo de Pedro Abad celebró la romería de Santiago El Menor en Algallarín hasta el año 1936, e incluso dos veces más en la posguerra. Para ello los romeros, según cuentan nuestros mayores, tenían que cruzar el Río Guadalquivir en barcas, escena bellísima, que era algo que la distinguía de los festejos de los pueblos cercanos. En verano, para conmemorar un milagro de Santiago el Mayor, se trasladaba la imagen en barca hasta la Parroquia para hacerle una fiesta el 25 de julio, para esta ocasión se vestía a la imagen con una camisa larga y sombrero de peregrino.”
El tercer paralelismo reflejaba las semejanzas iconográficas de la talla escultórica dedicada a Santiago el Menor en el municipio de Pedro Abad con la del relieve románico de Turégano, a pesar del paso del tiempo. "La actual imagen de Santiago el Menor es una talla en madera policromada fechada en 1953, obra de D. Antonio Fernández Dorrego, restaurada en 2004 por su mismo autor. Representa al Apóstol con vestidura talar, libro en la mano izquierda (Carta de Santiago), la mano derecha abierta (predicando la palabra de Dios a los gentiles) y un bastón nudoso apoyado en la misma mano (báculo de primer obispo de Jerusalén y de la estaca de batanero con que lo martirizaron)." Lo curioso del caso es que toda la información la habíamos encontrado en una página web cristiana que se autodenominaba con un nombre bien explícito: ladolorosa.galeon.com.
Pero, no todo acababa ahí. Ni que decir tiene que, por esas tierras y en el comienzo de la historia de la Córdoba nuevamente cristiana, anduvo también Rodrigo Jiménez de Rada. De hecho, estuvo por allí nada más ni nada menos que en la restauración de su sede episcopal, así lo confirmaba la web oficial de la Diócesis de Córdoba en el apartado dedicado al Episcopologio de la Diócesis de Córdoba al dar la lista de sus Obispos Residenciales: “24. Juan (988)...., 25. Lope de Fitero (1238-1245) Natural de Hitero de Río Pisuerga (Palencia). En 1236 colocó la cruz en el alminar de la antigua mezquita. Asistió a la dedicación de la nueva catedral. Maestro en Derecho Canónico, formaba parte de la chancillería real. Fue consagrado por don Rodrígo Jiménez de Rada en la catedral cordobesa.”
¿Por qué seguíamos defendiendo la autoría de SANCTUS JACOBUS FRATER DOMINI para la Carta de Santiago? El único punto que podía arrojar algo de sombra a nuestra propuesta de trabajo se debía a la insinuación de que la autoría de la carta, tal vez, se debiese a Santiago el Mayor. Sin lugar a dudas, era una prueba documental de primer orden que, en el libro que sostenía el santo en Turégano, se hubiese labrado SANCTUS JACOBUS, tal y como se nos había informado. Sin embargo, nosotros éramos conscientes de que la autoría de la Carta a Santiago el Menor no la discutía ya nadie en la Edad Media. Por este motivo, aportamos tres pruebas documentales en su contexto histórico y teológico con la intención de dejar claro que los teólogos medievales tenían a Santiago el Menor como el autor de la carta; entre otras cosas, porque así lo había afirmado el propio Papa Gregorio VII, el de la reforma gregoriana, en el Concilio en el que la había propuesto. Además, éramos sabedores de que esta atribución de la autoría venía desde los primeros siglos del cristianismo, porque, en la lista de defensa de los autores cristianos, aparece Jacobus frater Domini como uno de ellos. De hecho, sabíamos que estaba colocado el segundo, justo detrás de San Pedro y antes incluso que de todos los evangelistas: “El De viris illustribus de Jerónimo es escrito en el 392 – como consecuencia de las leyes teodosianas contra los paganos. …Se trata, pues, de una defensa de las letras cristianas contra la acusación de ignorancia por parte de la filosofía pagana del siglo IV. De hecho la preocupación de Jerónimo, como ha demostrado Pricoco, es literaria más que doctrinal; se preocupa más de hablar de autores que se distinguen por sus escritos que de autores que se distingan por su doctrina teológica, o contraherética, o de otro tipo... La lista de autores es esta: Simon Petrus, Jacobus frater Domini, Matthaeus qui et Levi, Juda frater Jacobi, Paulus qui [Al. et] ante Saulus, Barnabas qui et Joseph, Lucas evangelista, Marcus evangelista, Joannes apost. et evang,” Eustaquio Sánchez Salor (Universidad de Extremadura), El género de los de viris illustribus de Jerónimo a Ildefonso de Toledo: su finalidad. Talia dixit 1 (2006), 29-54, pp.33-34.
Después, era una prueba demoledora la contextualización histórica de la autoría de la Carta de Santiago atribuida en Concilio por el Papa Gregorio VII a Jacobus frater Domini con la máxima: “Fides sine operibus mortua est.” Los teólogos medievales estudiaban y escribían acerca de este texto teniendo clara la autoría, Jacobus frater Domini, tal y como avalaban los propios textos del Concilio:“Si dixerimus, inquit, quia peccatum non habemus, ipsi nos seducimus, et veritas in nobis non est (I Joan. VIII). Item frater Domini Jacobus: In multis enim offendimus omnes (Jac. II).”...“nam, ut Jacobus frater Domini testatur: Fides sine operibus mortua est (Jac. II). (CONCILIUM ROMANUM I PRO REFORMANDO ECCLESIAE STATU. Celebratum anno Domini 1074. (Apud MANSI, Conciliorum Collect. tom. XX, col. 401.) Además, se tenía constancia del error de atribución de la Carta a Santiago imputado a San Isidoro, porque en otro escrito, In Prooemiis, San Isidoro se la había atribuido a Jacobus frater Domini. El escrito, De ortu et obitu Patrum, era el resultado de una falsa atribución a San Isidoro, llena de errores: "Pag. 3, dice Flórez: Pudo escribir san Isidoro lo que aún en tiempos más claros afirmaron otros. En asuntos historiales en los quales ai testimonios positivos, no tienen lugar las possibilidades contrarias. San Isidoro In Prooemiis, hablando de la Epístola de Santiago, escrivió que su autor era Jacobus frater Domini, que es lo mismo que decir Santiago el Menor. I assí no pudo escrivir san Isidoro que fue autor de dicha Epístola Santiago el Mayor, sin una manifiesta contradicción en un asunto tan grave, en que, dado que se contradigesse, añadiría que se retratava para la mayor firmeza de juicio respeto de sus letores. La verdad es que, hallándose esta opinión contraria en el libro apócrifo De ortu et obitu Patrum, atribuido a san Isidoro, ésta es una de las muchas pruevas de la ilegitimidad de dicha obra." (Biblioteca Valenciana digital: Tesis doctorales: Historia, fueros y actitudes políticas: Mayans y la historiografía del siglo XVIII, Apéndice documental: Mayans enjuicia la actitud de Flórez respecto a la venida de Santiago.)
Por todos estos detalles y por la ausencia de documentación histórica acerca de la posible advocación inicial de este templo de Turégano, en nuestro interior, seguíamos creyendo que al Santiago en el que, en origen, se había podido dedicar esta iglesia no había sido otro que SANCTUS JACOBUS FRATER DOMINUS.
Nuestras dudas quedaron aclaradas cuando, por fin, pudimos tener la posibilidad de acceder a realizar un reportaje fotográfico de todo el conjunto escultórico del templo de Santiago de Turégano. Por cierto, algunas de esas fotografías están siendo utilizadas para ilustrar este artículo. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando pudimos ver el contenido del libro que sostenía la figura. Hasta entonces, habíamos estado trabajando con la lectura epigráfica que se nos había propuesto: SANCTUS JACOBUS. Sin embargo, al contemplar el contenido de la epigrafía pictórica, descubrimos que el personaje no sólo no sostenía un báculo en forma tau, sino que asía un báculo semejante a un cayado de pastor. Además, en el interior del pequeño libro que porta Santiago, no se había escrito esa simple atribución que nos habían hecho llegar, sino que se podía leer: SCI IACOBVS F DOMINI. Era el momento de volver a felicitar públicamente al equipo que había llevado a cabo la restauración de todo el conjunto escultórico por su magnífico trabajo. Pero, si queríamos confirmar nuestra teoría, necesitábamos al menos otra prueba empírica. ¿Qué se había escrito en el otro libro, el que sostenía la Maiestas Dómini? Se había puesto IESUS y no EGO SUM LUX MUNDI o expresiones similares. ¿Por qué? Una vez más, en la Carta de Santiago, encontramos la respuesta, ya que el inicio de la carta es el siguiente: “Iacobus, Dei et Domini Iesu Christi servus,”
Pero, nos quedaba el poder explicar el posible cambio de titularidad. Necesitábamos al menos un ejemplo que sirviera para ilustrar que, a la altura del reinado de los Reyes Católicos o en sus inmediaciones, se habían producido cambios en la titularidad de algunos templos de origen románico. Para ello, volvimos a utilizar el templo de San Miguel de Biota (Zaragoza). Un templo sobre el que habíamos leído una primera referencia bibliográfica: “Edificada en la segunda mitad del s.XII y consagrada en el 1170, la iglesia de San Miguel posee dos portadas, la meridional y la poniente.” (PORRAS ROBLES, F. Los instrumentos musicales en el Románico Jacobeo: estudio organológico, evolutivo y artístico-simbólico. Tesis doctoral UNED, p. 163, versión electrónica.) que era confirmada de forma rotunda por una segunda: “1247. Septiembre. Biota: “Sancho de Orradre, prior de Santa Cristina, acuerda con los clérigos de la iglesia de San Miguel de Biota, el número de raciones que han de servir a la misma, así como los estipendios y raciones de alimentos que recibirán durante un año.” (Regesta documental del monasterio de La Oliva (1132-1526)). Estas dos primeras referencias servían para poner de manifiesto la existencia de cambios de titularidades en templos románicos a partir de esta tercera referencia: “Fue en 1548 cuando el obispo de Pamplona consagró la iglesia a la Virgen y a San Sebastián, además de colocar en el Altar Mayor “reliquias de once mil vírgenes”. Quien orase en esa iglesia, ganaba indulgencia plenaria.” (SABIO ALCUTÉN, A. Lo que es del común, no es de ningún. Campesinos disidentes y defensa del monte vecinal en Biota. p. 15.). Es decir, con estas tres referencias, podríamos estar documentando un caso de doble consagración y cambio de titularidad en un templo románico.
Pero, además, con la magnífica colección de fotografías, integradas ya en el Banco de Fotos de wwww.circulo-romanico.com, no sólo habíamos adquirido la certeza de que el representado no era otro que JACOBUS FRATER DOMINI, a través de la prueba de la epigrafía pictórica del interior del libro, sino que también fuimos conscientes de que habíamos leído bien toda la iconografía como una lección teológica basada en la Carta de Santiago. Como ejemplo final, analizamos el capitel colocado a la derecha del relieve de la Maiestas Dómini en el que se representó a un Demonio, una serpiente entrando por la boca de una mujer desnuda y la figura de un hombre colocado también desnudo en el otro lateral del capitel. Los detalles plásticos nos remitían a la idea de la concupiscencia de la que tanto nos habla la Carta de Santiago ya a partir de su capítulo Primero: “14 Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. 15 Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.”
Una idea teológica que la teología neoplatónica cristiana medieval interpretaba de la siguiente manera: “Y el antiguo enemigo en el disfraz de una serpiente, no tendría acceso a la parte masculina del alma, que es la mente creada a imagen de Dios, a menos que primeramente haya seducido el sentido corporal a través del deleite, que es, por así decirlo, una mujer: y la mente no habría consentido el deleite pernicioso en las cosas materiales y la diversión abusiva del sentido corporal si una presunción orgullosa no existiera antes en ella.” (Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon.) Ahora, también fue el momento de recordar que Juan Escoto Eriúgena fue un autor muy estudiado en la Universidad de Paris, esa universidad en la que Rodrigo Jiménez de Rada había recibido el grado de Magister Theologiae. |
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Para ir acabando, queremos recordar que también vimos con claridad que no toda la relación teológica de este capitel con la Maiestas Dómini, a cuyo lado se había colocado, acababa ahí. En la continuación del capítulo Primero de la Carta de Santiago estaba la respuesta: “16 No os engañéis, hermanos míos queridos: 17 toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación. 18 Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.” Es decir, para realizar el relieve y el capitel sólo era necesaria una persona: un teólogo redactor que poseyese los conocimientos necesarios para ver la correlación temática de los dos temas (la concupiscencia y la Maiestas Dómini) que se produce en estos cinco versículos del capítulo primero de la Carta de Santiago. Por otra parte, también se necesitaba que este teólogo redactor estuviese lo suficientemente preparado para que fuese capaz de acabar ideando un conjunto armonioso de imágenes teológicas sobre las piedras. Unas esculturas que acabasen reflejando de forma armoniosa esta correlación bíblica. En definitiva, alguien con los necesarios conocimientos en teología que pudiese convertir esta relación en un hermoso programa iconográfico románico. En Rodrigo Jiménez de Rada, Magister Theologiae y arzobispo de Toledo, se dio históricamente la posibilidad de esta persona. Además, su presencia en Turégano a principios del siglo XIII está plenamente documentada y no admite lugar para la duda.
31 Agosto 2010.
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