Las pinturas que decoraban, y que hoy sólo parcial y aleatoriamente siguen decorando San Baudelio, vivieron en su día, por el empeño de seguir unidas a sus muros matriciales, algunas de las más absurdas peripecias de las que se tenga constancia en los tristes anales del “martirologio” románico. Así, apenas transcurrido un lustro desde 1917, fecha en la que el edificio había sido declarado Monumento Nacional, León Leví, intermediario de origen judío, adquiría las pinturas por cincuenta mil pesetas para, a continuación, vendérselas al coleccionista norteamericano Gabriel Dereppe. Todo ello pese a la impugnación del Obispado de Sigüenza, a la Comisión de Monumentos de Soria, a la Audiencia Provincial, al Gobernador Civil, y a la publicidad dada al asunto por la prensa local y nacional. La Justicia, por boca del Tribunal Supremo, falló, contra toda lógica, en favor de los veinte vecinos de Casillas de Berlanga, propietarios de la ermita desde el siglo XIX . Por lo tanto, en 1926, después de varios años de inútiles litigios, casi todos los frescos fueron arrancados de las paredes, pasados a lienzo, y llevados allende nuestras fronteras, a diversos museos y colecciones particulares de los Estados Unidos. Afortunadamente, tiempo después, algunos de ellos regresarían a España, al llegarse en 1957 a un acuerdo de intercambio temporal (99 años) con el Cloisters Museum de Nueva York.