Milton, en el Paraíso perdido escribió:
Adán debía pasar cerca del árbol de la ciencia y encontró a Eva, que acababa de separarse de él, llevando en la mano una rama recientemente cogida de la hermosa fruta, cubierta de aterciopelado vello, que exhalaba el olor de la ambrosía. Al divisar a Adán corrió hacia él, la disculpa que se leía en su semblante fue el prólogo de su discurso y su demasiado pronta apología, le dirigió cariñosas palabra, siempre dispuestas en su voluntad.
"¿No te ha causado extrañeza mi demora, Adán? ¡Cuánto te he echado de menos, y cuán largo me ha parecido el tiempo privada de tu presencia! Agonía de amor, no sentida hasta el presente, y que no volveré a sentir, porque nunca más tendré la idea que hoy, temeraria e inexperta, he tenido de probar la pena de la ausencia, lejos de tu vista. Mas la causa de mi retraso es extraña y digna de ser oída.
CAPITEL DE EVA Y ADÁN. Virgen de la Peña (Ágreda (So)
Ese árbol no es, como se nos ha dicho, un árbol cuyo fruto peligroso abre una senda de males desconocidos al que lo gusta, sino que, por el contrario, su efecto es divino: abre los ojos y transforma en dioses a los que lo prueban, como se ha patentizado. La sagaz serpiente, no estaba sometida a la misma restricción que nosotros, o desobedeciéndola ha comido de ese fruto y no ha encontrado la muerte con que se nos ha amenazado, sino que desde aquel momento, dotada de voz humana, de sentidos humanos y de un admirable raciocinio, ha sabido persuadirme de tal modo, que he gustado y he visto también que sus efectos respondían a lo que era de esperar: mis ojos, antes turbados, están ahora más abiertos, mi espíritu más despejado; más amplio mi corazón, me elevo a la divinidad, que he buscado principalmente por ti, por que sin ti la desprecio, pues la felicidad en que tú tienes parte es para mí la verdadera felicidad; dicha de que no gozas conmigo me es enojosa e insufrible en breve. Prueba, pues, este fruto, a fin de que estemos unidos por igual suerte, como por un mismo amor; porque temo que, si te abstienes de gustarlo, nos separe nuestra condición desigual y me vea obligada a renunciar por ti a la divinidad demasiado tarde y cuando la suerte ya no lo permita". Es una versión más moderna de la incitación de Eva a Adán, que nos ofrece Milton, de la que voy a resumir la parte épica, ya que sus postulados, impregnados de una ideología luterana y puritana hacen suponer que la mujer es la que aspira a mayor igualdad con Adán, porque describe el intento de aproximarse a la divinidad a través de un proceso de fusión, influencia neoplatónica que parece impregnar inicialmente las ideas luteranas.
Las fuentes neoplatónicas de Milton reverberan también en la sugerencia que la serpiente le hace a Eva, donde la muerte no puede ser otra cosa que descartar dichosamente lo humano para asumir lo divino. Por último, ésta es la percepción que Adán tiene de Eva en el momento de la creación, cuando su único fin es disfrutar de la compañía de Dios en el paraíso y procrear, para esparcir su semilla por el mundo:
"Milton, en el Paraíso perdido" escribió:
He aquí tus gloriosas obras [La Creación, la noche estrellada y ellos mismos en el Paraíso], Padre del bien. ¡Oh Todopoderoso! ¡Tuya es esa estructura del universo, tan maravillosamente bella! ¡Y qué maravilla no eres tú mismo, Ser inefable! Sentado sobre los cielos, eres para nosotros o invisibles o confusamente entrevisto entre tus obras más inferiores, que a pesar de ellos hacen brillar mucho más allá de donde alcanza el pensamiento tu bondad y tu poder divino.
En este hermosísimo paraíso, Eva es la máxima belleza y por lo tanto es digna de inspirar amor a Adán. Es también una rosa entre las rosas y esa es la circunstancia en que la serpiente la descubre y la seduce en una versión corrompida de El Romance de la rosa. Adán mismo le ha tejido una guirnalda de rosas, pero cuando se entera de lo que ha hecho la deja caer, y las flores se marchitan al instante. Tan maravillosamente bella resulta Eva para Adán, que lo que parecía bello en todo el mundo parece ahora mezquino, o en ella resumido, pues es una creación del mismo Dios.