El paisaje de Aragón sorprende la mayor parte de las veces por su verticalidad y el Valle de Garcipollera, es además un complejo boscoso, en el que durante las épocas lluviosas las torrenteras y ríos aumentan su caudal invadiendo los caminos, factores que unidos al mal tiempo y las fuertes nevadas, pueden proporcionar un mal rato al caminante en busca de este románico tan apartado, con lo que es aconsejable informarse de manera fiable de las condiciones metereológicas previstas para el día de la excursión.
Merece la pena realizar símplemente la excursión por llegar al paraje y fotografiarlo por fuera y beber agua de la fuente de tres caños, como sencillos peregrinos en sentido inverso, aunque sólo sea esta vez para sentarnos resguardados y a cubierto en las mesas del exterior, mirando a través de la lluvia la increíble situación de Santa María. Para ello, desde Castiello de Jaca, tomamos la carretera hacia la derecha que nos conduce a Bescós de Garcipollera y Villanovilla; desde aquí, abandonando el valle del río Ijuez, continuamos por la pista forestal que tomamos hacia la izquierda unos 500 metros antes de llegar a Villanovilla,que nos ha de conducir hasta Santa María, tras pasar, a unos 3 Km., por las ruinas de San Juan Bautista de Acín. Así, iniciamos nuestro recorrido en el plano del SIGPAC, en el dique en que la pista forestal interrumpe su recorrido -marcado con 3 puntos rojos sucesivos- por la ribera derecha del Iguácel, ya que en este momento nos percatamos que la misma continua al otro lado, no habiendo otro recorrido aparente para cruzar que hacerlo por encima de esa construcción, sobre la que el río desborda continuamente su caudal, creando una ancha franja de agua de apenas un palmo de espesor; las losetas de granito de la parte del firme, están sueltas e incluso a falta de ellas, en el centro se ha creado un bache que sumergido impide calcular con certeza si nuestro vehículo será capaz de cruzar el dique, que medirá apenas unos tres metros de anchura, casi el mismo que el de nuestro vehículo y situado además a una altura de unos 10 metros. Insisto, en que no sólo es el tiempo puede proporcionarnos un serio disgusto, pues una decisión equivocada, en este o cualquier otro punto del camino, puede precipitar una serie de imprevistos sucesos que más tarde lamentaremos, incluso yendo sólo.
No obstante esta prueba de valor, puede realizarse más certeramente si se va provisto de unas buenas botas de montaña, vadeando el río Iguácel por el mismo dique -procurando mojarse lo menos posible- y disponiéndonos recorrer a pie los tres últimos kilómetros que suben hasta Santa María, vadeando el Barranco de Acín y al final nuevamente el río. Este último vadeo, tampoco podrá ser realizado en coche, con lo que la mojada de pies -puede que salvo en verano-, sea casi segura de cualquier modo; si no detenemos nuestra marcha, alrededor de 1 hora ascendiendo suavemente por la cuidada pista forestal, alcanzamos nuestro objetivo, que el último día del año 2009, lucía así, pero repito, que a veces lo importante es desintoxicarse del aire urbano u otros agobiantes pesares, caminata que ha de motivarnos lo suficiente para ver el románico con otros ojos: