Hola a todos
De 37.339 a 37.531; alguien nos ha leído. Muchas gracias a tod@s. Seguimos dialogando.
Ya que este fin de semana, much@s habéis empezado las merecidas vacaciones de agosto, una entrada un poco ligera y refrescante.
¿Por qué en una pieza de eboraria se pueden colocar dos imágenes superpuestas de dos episodios evangélicos que pertenecen a diferentes capítulos de un mismo evangelio, en este caso el de San Lucas?
(Museo catedralicio de Tréveris, Alemania)
Si nos fijamos bien, arriba, el episodio de la presentación de Jesús en el templo (Lucas 2,22-40); abajo, el bautismo de Jesús por Juan el Bautista (Lucas 3,21-22).
Son dos pasajes bíblicos separados tanto por el paso del tiempo en la vida de Cristo como por la existencia de los versículos que explican la infancia de Jesús y la función profética de San Juan Bautista.
Además, nos podemos hacer una sencilla pregunta: ¿Qué pueden tener en común estos dos episodios evangélicos?
De nuevo, una vez más, un detalle plástico significativo es el que nos da la pista. Si nos fijamos bien, la única imagen que comparte el espacio de las dos escenas (separadas de forma evidente con la incrustación del resto de las imágenes en dos piezas autónomas) es el cuerpo de la Paloma símbolo del Espíritu Santo.
Mientras que la parte posterior del cuerpo del símbolo del Espíritu Santo (la cola de la Paloma) está labrada en la escena superior (la de la presentación al templo), la parte anterior (la cabeza y las alas de la Paloma) está esculpida en la escena inferior (el bautismo de Jesús).
Esto quiere decir que el artista, a la hora de rebajar la placa para conseguir las dos escenas que presenta, aparentemente de manera autónoma por esa barra de separación, tuvo que tener en mente el espacio central en el que iba a labrar la Paloma como símbolo del Espíritu Santo. Es decir, cuando se pensó en la realización de esta pieza, la imagen de la Paloma ya estaba en el cerebro, sea del artista o del teólogo redactor que diseñó esta pieza con la idea de colocar estas dos imágenes.
Precisamente, es la presencia de la Paloma la que sirve para dejar clara la intencionalidad de unir estas dos imágenes. Estos dos episodios evangélicos, en apariencia sin conexión exegética ninguna, tienen un elemento de unión. Son dos de los pocos episodios en los Evangelios en los que el protagonista no es Cristo en sí, sino el Espíritu Santo.
Recordemos estos pasajes:
1. La presentación en el templo y la figura de Simeón:
Citar:
“2:25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
2:26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
2:27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
2:28 Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo…”
2. El bautismo de Jesús por Juan el Bautista:
Citar:
“3:21 Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo 3:22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".”
La voluntad de colocar la imagen de la Paloma como símbolo del Espíritu Santo compartiendo las dos partes de la pieza de eboraria no es una casualidad, es fruto de una intencionalidad manifiesta. De hecho, este detalle plástico sirve para hablar del gran conocimiento exegético que tenía la persona que decidió plasmar de forma unitaria estas dos escenas en una misma pieza. Eso, grandes los artistas, pero también los teólogos redactores de los programas iconográficos cuyo pensamiento no se ve en los estilemas o rasgos formales de la ejecución artística, sino en los detalles plásticos colocados en forma de imágenes.
Una vez más, eso de las curiosidades iconográficas románicas no deja de soprendernos.
¡Feliz fin de semana de vacaciones!Un abrazo a tod@s