Hola a todos
Una entrada un poco larga dedicada a tod@s l@s silencios@s lectores de este tema. También, a mi amigo Ramón, quien no se cansa de repetirme que no sabe por qué las instituciones que estudian el románico no me invitan a que explique todo esto. Como siempre le contesto, con saber que hay personas que me leen, ya tengo suficiente.
Ya que en este tema se dialoga sobre las curiosidades iconográficas, una vez más, reflexionaremos en voz alta sobre un símbolo especial que quiere hablarnos de la Unidad y de la Trinidad de Dios:
Supongo que lo habréis reconocido. En las piedras de Santo Domingo de Soria, se está hablando de Dios como Trinidad a través de una imagen que quiere explicar su Unidad en su manifestación como Trinidad:
1. La Dextera Dómini, el símbolo del padre.
2. La cruz, símbolo del hijo.
3. Las aguas, símbolo del Espíritu Santo.
En el fondo, una declaración de principios teológicos contra los que acusaban a los cristianos de politeístas.
Y esos dedos de la Dextera Dómini marcando tres de ellos la idea de Trinidad, apuntando hacia el cielo, y dos de ellos señalando la doble naturaleza del Hijo, la humana y la divina, apuntando hacia la tierra, el tema de la Encarnación de Cristo.
Pero, lo más curioso del caso es que, si nos fijamos bien, detrás del símbolo trinitario, pero escondido al ojo humano, se halla otro símbolo. Se trata de una esfera que, por su manera de estar labrada (no sé si contiene letras o figuras geométricas, no lo veo bien) no parece querer representar el centro de su obra de creación, el globo de la Tierra. La esfera está escondida. De tal manera que, si coloco esta otra fotografía, ya casi no se ve y se puede confundir con algún elemento de la cruz:
¿Por qué el artista tuvo la necesidad de esconder esa esfera del ojo humano? Volvamos a mirar desde esta perspectiva. El trabajo escultórico de la esfera se ve bien.
De hecho, aparentemente, esta imagen simbólica de la Trinidad rompe tanto la estética como el contenido de los episodios que se representan en esa arquivolta, los que se corresponden con los episodios del ciclo de la infancia de Jesús. Además, está colocada justo debajo de la crucifixión. Además, siguiendo con el tema de la ocultación de la esfera, la dovela que estamos analizando está colocada a una considerable altura. El ojo humano no puede ver esa esfera.
No sólo eso. A cada uno de sus dos lados, este símbolo trinitario tiene representados dos episodios en los que aparecen involucrados personajes del pueblo judío:
A la derecha, los pastores, símbolo de la parte del pueblo judío que aceptó el mensaje de Jesús y acabó convirtiéndose al cristianismo:
A la izquierda, los escribas que informan a Herodes, símbolo de la parte del pueblo judío que no aceptó el mensaje de Jesús y que continuó dentro del Judaísmo que ha llegado hasta nuestros días:
Es como si, con ese símbolo, se estuviera hablando de la idea del Dios Cristiano frente a la idea del Dios Judío. Un Dios cristiano que no sólo aceptó al pueblo judío, sino también al gentil, representado por los Reyes Magos. Unos Reyes Magos que, en esa misma arquivolta, se esculpieron llevando sus presentes en una forma geométrica que recuerda la esfera escondida por el símbolo oculto que estamos analizando.
Pero no todo acaba ahí. En medio de los tres elementos, la presencia de un velo, el gran símbolo de lo sagrado, pero también del conocimiento esotérico. De hecho, no tenemos espacio ni tiempo para, en esta ocasión, analizar el significado del velo en su totalidad.
Sin embargo, visualmente, ese velo separa a los símbolos del Padre (la Dextera Dómini) y del Hijo (la cruz) del símbolo del Espíritu Santo (el agua). Tal vez, porque el teólogo redactor del programa tuviese muy claro este principio del versículo 18 del capítulo I del
Evangelio de San Juan:
Citar:
“Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre.”
Los teólogos neoplatónicos lo tenían claro:
Citar:
“Así pues, Cristo es nuestra epifanía –esto es, nuestra aparición y nuestra manifestación. En efecto, aunque son tres las sustancias del Bien sumo, una sola de ellas se nos apareció en Cristo Hombre –esto es, en el Verbo encarnado- y se hizo comprensible a los sentidos corpóreos. Así es: nadie ha visto al Padre, ni al Espíritu Santo en unidad de sustancia con la criatura.”(Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon)
Además, con esta cita, se explica también la aparición de este símbolo trinitario en una arquivolta que habla de los episodios de la infancia de Jesús, es decir, el gran simbolismo del Verbo encarnado, que se hizo comprensible a los sentidos corpóreos.
Como siempre escribimos, muy buenos los maestros escultores, pero también los teólogos redactores de los diferentes programas iconográficos. Y así como los escultores dejaron huella de su valor artístico y de su identidad en sus estilemas o rasgos formales a la hora de esculpir, los teólogos dejaron la clave del pensamiento que seguían a través de los detalles plásticos de esas mismas esculturas. Y, en algunos casos, esa doble función recayó en la misma persona como ocurrió en el Monte Gárgano. En su santuario, esculpió un maestro cantero que acabó firmando como ARCHIDIÁCONO ACCEPTUS.
¡Feliz fin de semana!Un abrazo a tod@s