Hola a todos.
La memoria tiene esas cosas. Al volver a contemplar esta magnífica fotografía:
(Templo de Azcona, Navarra)
me ha venido a la cabeza el tema de la
alquimia.
Desde los orígenes de la conciencia humana, los hombres se han preguntado por el ser de las cosas. Al admirar la naturaleza, entendieron que era lógico pensar sobre la posibilidad de un principio que unificase la materia de la que estaban compuestas las diferentes cosas. Y empezaron a pensar a través de dos caminos diferentes:
1. El de la especulación que le proporcionaba su pensamiento creador o fantasía, dando lugar a las diferentes explicaciones religiosas y a la construcción de mitos, el camino de lo esotérico.
2. El de la especulación que le proporciona su pensamiento abstractivo o lógico, dando lugar a las diferentes explicaciones científicas y filosóficas, el camino de lo exotérico.
Sin embargo, no por eso, los hombres los entendieron como caminos opuestos. En el fondo, la alquimia en muchos tramos de su historia no deja de ser más que un proceso de sincretismo de estos dos caminos.
De entrada y como ya se ha sugerido, la
alquimia admite diferentes lecturas, pero en todas ellas permanece la idea de la búsqueda del alma de la materia. En el fondo, la idea de movimiento que supone la vida desde que los hombres comprendieron que la naturaleza y la realidad eran animadas.
La pregunta por el eterno movimiento de las cosas. Esa realidad que se comporta como un fondo originario que se va determinando cuando se concreta con las múltiples apariencias del mundo y entre ellas el oro, aparentemente inmune a la descomposición.
Claro está, tampoco faltaba esta referencia en mi cabeza:
Citar:
“Los pocos manuscritos químicos latinos que quedan anteriores al siglo XII son enteramente de carácter práctico, pero desde alrededor de 1144, cuando Roberto de Chester tradujo el Liber de Compositione Alchemiae, la alquimia árabe comenzó a penetrar en la Europa occidental.”(CROMBIE, A. C.: Historia de la ciencia: de Agustín a Galileo)
El introductor de la
Alquimia en el occidente cristiano, de hecho se vanagloriaba de ello, no es otro que el Magister Robert de Ketton, el arcediano de la Valdonsella aragonesa (territorio, en lo civil, aragonés y, en lo eclesiástico, navarro) hacia la mitad del siglo XII.
Citar:
“Por entonces forma parte del cabildo catedralicio un hombre famoso, el inglés Roberto de Ketton. Sabía alquimia, álgebra y astronomía. Dominaba el árabe. San Pedro el Venerable, abad de Cluny, le encargó la traducción del sagrado libro del Corán, que terminó en 1143. Escribió una vida del profeta titulada Crónica embustera y ridícula de los sarracenos. Nuestro arcediano era capellán del rey García Ramírez y hombre influyente. Predispuso a una parte de sus compañeros contra el obispo Lope de Artajona, acusándole de nepotismo y de repartir a su antojo los bienes del cabildo.”
(José María JIMENO JUNIO, Historia de Pamplona y de sus lenguas, Edita Txalaparta, p. 84)
Nada, una curiosidad iconográfica románica. ¡Feliz lunes!
Un abrazo a tod@s