Hola a todos
Quió, demiguel, la
Regla de San Benito es un escrito muy singular. Agún día, tendríamos que estudiar su correspondencias con algunas de las imágenes románicas que nos han llegado hasta nuestros días. Pongo un ejemplo.
Tanto en el monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos:
como el de San Juan de la Peña, Huesca:
los monjes veían cada día en el claustro la imagen del
lavatorio de los pies y podían pensar en el siguiente pasaje del
Evangelio de San Juan:
Citar:
Se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos». Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
Pero, a la vez, también están pensando en el capítulo LIII de la
Regla de San Benito que deben cumplir:
Citar:
Dé el abad aguamanos a los huéspedes, y láveles los pies con asistencia de la comunidad, y concluido el lavatorio, dirán todos este verso: Suscepimus Deus misericordiam tuam in medio templi tui. Póngase, sobre todo, el mayor cuidado en el recibimiento de los pobres y peregrinos, porque en estos se recibe a Jesucristo más particularmente que en los demás; porque los ricos y poderosos bastante recomendación se atraen con su soberanía, para que se les de el honor debido.
¡Vaya correspondencia entre
Cristo y el
Abad, ¿no? Pero, bueno, esto ya lo dice el mismo capítulo II de la
Regla de San Benito:
Citar:
El Abad que ha sido tenido pro digno de gobernar algún monasterio, debe acordarse siempre de este nombre, y llenar con obras el nombre de Superior, porque se cree en verdad que hace las veces de Cristo en el monasterio; pues se le da el mismo tratamiento, según el Apóstol que dice: Recibisteis el espíritu de adopción de hijos por el cual clamamos Abad, Padre. Por tanto, el abad nada debe enseñar, establecer o mandar, que se aparte (lo que Dios no quiera) DE los preceptos del Señor: lejos de esto, sus mandatos y doctrina deben, al modo de una levadura de la divina justicia, derramarse en los corazones de sus discípulos.
¡Vaya juego de correspondencias! y, luego, los monjes pasean por ahí, todos los días, meditando. Lo escrito, no estaría mal intentar hacer este pequeño ejercicio de búsqueda de correspondencias entre la regla de San Benito y algunas de las imágenes que nos han llegado en los claustros románicos de los benedictinos.
Un abrazo a tod@s