Hola a todos
Un poco de correspondencias varias...
Cuando acompaño a gente a visitar el interior del templo de San Miguel de Biota (Zaragoza), después de sentarlos, siempre les digo: ¡Bienvenidos al Edén, es decir, al Paraíso! (Supongo que más de un lector de estas líneas lo podrá corroborar).
¿Por qué les digo esto?, os preguntaréis los otros. Al entrar, se encuentran con que los capiteles interiores no tienen la fuerza ni la belleza iconográfica que poseen los de sus dos únicas y singulares portadas. Sin embargo, siempre les digo. Fijaos, el templo se ha alargado, es un templo románico muy largo con la intención de que entren sus doce columnas vegetales
que recuerdan perfectamente un pasaje del capítulo XXI del libro de
Apocalipsis sobre la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén:
Citar:
“14 La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.”
De hecho, así lo interpreta un personaje en la novela
Los traductores del Arba:
Citar:
“De repente, miró hacia los capiteles interiores del templo y los contó. Eran doce. Su mente divagó por unos instantes. Era evidente que la iconografía pétrea del templo de san Miguel de Biota se había realizado como lucimiento exterior, ya que se había concentrado en la decoración estilística de sus dos magníficas y únicas portadas.
En esos momentos, lo entendió. Fuera del templo, el ruido, el movimiento; dentro del templo, el silencio, el reposo contemplativo. Los capiteles historiados de las doce columnas interiores del templo sólo tenían la representación de hermosas plantas vegetales porque eso era, precisamente, lo que querían simbolizar.
El interior del templo, sobre el que ahora estaba reflejando la luz de la tarde de la Pascua, significaba la Resurrección de Cristo y su Ascensión a los Cielos, en definitiva, su regreso al Paraíso.
El templo de Biota se había alargado de forma consciente para que pudiese acoger doce pilastras, con sus doce columnas, con sus doce capiteles. O, lo que es lo mismo, en el interior de la iglesia de Biota, el magister Robert había reinterpretado el capítulo XXI del libro del Apocalipsis. El interior del templo representaba a las doce tribus de Israel, a los doce Apóstoles, a las doce perlas de la Jerusalén celeste, en definitiva, era el símbolo del Paraíso apocalíptico.
El abad estaba absorto de tal manera en sus pensamientos que no fue consciente de que la comunidad de canónigos había acabado de cantar el De profundis.”.
De la novela Los traductores del Arba
Pero, claro, como siempre hemos dicho que la iconografía de este templo de San Miguel de Biota (Zaragoza) no se entendería sin la filosofía teológica de Eriúgena, ahora toca leer un poco al sabio irlandés:
Citar:
“Así pues, todos los hombres entrarán, cada uno según su proporción, en el Edén como en un amplísimo y muy apacible templo.
En él también habitará quien dijo: “Yo estaré en medio de estos”. De aquí que el profeta diga: “Cumpliré mis votos en presencia de todo el pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti Jerusalén”. Jerusalén se interpreta como “visión de paz”, o como “templo de paz”.”
(Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon)
Además, por las fuentes documentales que han llegado hasta nosotros, siempre hemos sostenido que este templo de Biota fue un lugar de estudio para clérigos, lo que hoy se entiende como un seminario. ¿Qué entenderían de este fragmento del texto los que allí se preparaban y los que los preparaban?
“Cumpliré mis votos en presencia de todo el pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti Jerusalén”. Por eso, el obispo de Pamplona, Guillermo de Santonge, en 1216, se reservó en Biota el derecho de la ordenación de clérigos.
Nada, eso, bienvenidos al Paraíso a través de estas correspondencias.
Un abrazo a tod@s