Hola a todos
Magnífcas reflexiones, sí señor. ¿Cómo puede ser el ideal del hombre que persigue el conocimiento como camino hacia Dios? Retomo una vieja fotografía y algunas ideas:
Se tratra de comparar un detalle iconográfico en dos capiteles historiados que hablan de la conversión y la posterior convalecencia de San Pablo en Damasco y su encuentro con Ananías.
En el capitel de la conversión (Ac. 9, 1-8a), San Pablo luce de forma evidente una calva. Esta calva la luce en presencia de Jesús que le habla desde el cielo. En la escena, aparecen también dos personajes, representando a los hombres que lo acompañaban en el camino y que se habían detenido porque “oían la voz, pero no veían a ninguno” (Ac. 9, 7b). Es el momento de la teofanía de San Pablo. San Pablo, en un contexto de luz (teología de la luz), “de repente le envuelve una luz fulgurante que venía del cielo” (Ac. 9,3b), es el único que ve a Jesús resucitado, pues está en el cielo.
En este contexto teofánico, se le representa calvo, aunque para mí sería más correcto decir tonsurado. Además, está representación de la calva no la luce el personaje de la derecha, uno de los acompañantes. Sobre el personaje de la izquierda, poca cosa que decir, ya que parece ser que ha recibido la visita de la erosión selectiva e inteligente.
Vayamos al segundo capitel historiado de este ciclo hagiográfico sobre San Pablo. En el capitel historiado de su convalecencia en Damasco y la visita de Ananías (Ac. 9, 8b-18), San Pablo ya es connotado sin calva.
Un San Pablo con clava o tonsura vendría a significar el momento de su encuentro teofánico con Cristo, aquel estado teofánico que se define como el tercer cielo. Tal vez, se esté queriendo decir, el conocimiento divino para los que llevan tonsura. Ya callo.
Un abrazo a tod@s