Queridos amigos:
Se confirma el encantamiento que sufro por parte de las SIRENAS: cada vez que aparece un tema en que se alude a ellas, mi mente no puede descansar. Desde que maciuss y Martinho hicieron brecha hablando de la existencia del sexo masculino en estos seres, he vuelto a ojear documentación y a intentar encontrar lo "inencontrable", porque al igual que los ángeles, la ambiguedad y ambivalencia de sus caracterizaciones lo hacen imposible. Aún así, instigada mi imaginación por el apunte de Corbio sobre la aparente tristeza de sus sirenas biotanas, ésta se echó también a volar y por casualidad se posó sobre un trabajo de Juliana Lees, a quien quizás Miguel recuerde en relación con una consulta sobre San Juan de Busa. Esta autora propone,al analizar esta escena esculpida en el claustro de la Catedral de Girona...
...que estos carpinteros ayudaban a Noé en la construcción del Arca que se muestra un poco más adelante...
...justo después de este capitel, en el cual otra triste pareja de sireno/ sirena parecen lamentarse de su inmininte destino...
Y es que a veces se suele olvidar que uno de los atributos de las sirenas, quizás el que más pertenezca a su remoto origen oriental, es el de su calidad de seres
psicopompos, esto es, que acompañaban a las almas de los muertos en su tránsito final para que no se perdiesen (en su ascenso a los cielos, en el caso de los griegos). En estas fotografías de la tumba de Kybernis, aacropolis de Xanthos (480 a.C.) una sirena porta a el alma del muerto que toca el mentón de la criatura alada, en un tradicional gesto de súplica; abajo, la figura de una mujer de luto.
Pero es que hay
más argumentos para que tengamos en cuenta la
faceta positiva de la sirena, y que podamos quizás explicarnos de otra forma su obsesiva presencia en zonas tan señaladas de los templos románicos como lo son las portadas, las galerías o los ábsides. Sin ánimo teórico ni doctrinal, espero que nuestras reflexiones vuelen juntas por este mundo tan fantástico y a la vez tan serio que es el mito.
En las Sirenas, un ser intermedio ha tomado formas. La parte humana se circunscribe al rostro, mientras todo lo demás es gallináceo. El límite entre una especie y la otra puede retroceder, avanzar, sufrir desplazamientos imperceptibles, variables al infinito.
El animal alado, en este caso, es capaz de cantar, pero también de herir con sus garras. Son una ligadura entre la tierra y el cielo, mensajeras de los dioses. Quizás Ángel, Serafín, Querubín. El ave está en el extremo opuesto al reptil, lo cual no es tan obvio como puede parecer: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de México, encarna este intolerable dualismo.
En algunas poblaciones se transmite aún hoy la creencia de que las aves transportan a los muertos sobre las alas; pensemos a cuántos niños se les dijo que los recién nacidos vienen de París y los trae la cigúeña.
Las Sirenas son genios femeninos del mediodía, actúan en la hora de la religiosidad antigua, la hora pagana de los fantasmas, el instante sin sombras en el que el sol, en la cumbre de su efecto sobre la tierra, ha concluido su ascención y está por emprender el camino hacia la noche.
Las Sirenas no persiguen. Es el hombre quién debe acercarse. Las Sirenas esperan. El lugar aparece sembrado de cadáveres, huesos descarnados y pieles putrefactas: toda una advertencia.
Las razones aducidas para explicar el por qué de sus alas revelan el aspecto profundo del otro componente del híbrido, es decir, lo humano femenino.
En esto también interviene la ambivalencia. Nacidas como ninfas, en efecto, las Sirenas merecieron las alas, ya sea como castigo o como premio. Nacidas en cambio como mujeres aladas, por los mismos motivos se afirma que se las cortaron.
Durante un tiempo me pregunté dónde se había colocado toda la simbología perdida de las Sirenas clásicas: su faceta de comunicadoras entre el mundo de los vivos con el inframundo, como así también su capacidad de utilizar nuestro espíritu a través del canto. Perdemos toda su trayectoria vertical, su poesía. Si bien el cristianismo les aporta una gran hermosura, también castra uno de sus movimientos fundamentales como es el desplazamiento vertical al cual solo accedían por sus alas. Por otro lado la sensualidad de su cuerpo-pez les borra esa opción tan exclusiva: la virginidad por opción. Las Sirenas superaban el placer del cuerpo por uno más sublime, en este sentido su música puede ser interpretada, no como la maldad de un encantamiento sino como el primer peldaño hacia el desapego a todo lo que nos ata el mundo material. Fernanda Gil Lozano (historiadora).
Abrazos.