La duda es la clave del Conocimiento, según un anciano proverbio persa y a fe cierta, que no debe andar muy descaminado el refrán,
"el que nada sabe, nada duda" (otro como Ago ); por eso os propongo un juego, una frase -propia o ajena- que en relación con tan importante tema tenga reflejo en el románico, ya sea pintura, escultura, miniatura, musovaria, eboraria, orfebrería o lo que se os ocurra, pero relacionado.
Y para que no digáis que el que tira primero, 'golpea' dos veces, una de mis preferidas 'no románicas' es la de Caravaggio, y que se conserva en el Neues Palais en al ciudad de Potsdam (Alemania):
Este cuadro parece pertenecer al mismo grupo que San Mateo y el Ángel -Tetramorfos-, Camino de Emaús y El Sacrificio de Isaac -excelencia de la
romanitas en Jaca-, porque la cara del mismo modelo, vuelve a aparecer como el apóstol en el ápice de esta composición. Por "fortuna", se mantuvo en Potsdam, a pesar que por ello es que sobrevivió intacta a la última gran guerra. Esta es la pintura más copiada de Caravaggio por otros autores, 22 copias desde el siglo XVII.
Según el Evangelio de San Juan, Tomás no estaba presente durante las apariciones de Cristo a los Apóstoles después de su resurrección; por lo tanto, anunció que, a menos que pudiera meter la mano en el costado de Cristo, él no creería lo que le habían dicho. Una semana más tarde apareció Cristo, pidió a Tomas que le hiciese llegar sus manos para tocarlo y le dijo:
"Bienaventurados los que no vieron y creyeron." Este drama de la incredulidad parece haber 'tocado' el románico de manera muy seria, y por ende, desde allí hubo de pasar a Caravaggio personalmente, quien además recoge otros temas especialmente tratados en el arte medieval, como la aparición en el camino de Emaús.
Pocas de sus pinturas son físicamente tan chocantes y reclacitrantes a la vez, como la que os mostramos: Tomás empuja su curiosidad hasta el límite, un momento antes de lo que va a decir:
'¡Señor mío y Dios mío!', mientras introduce de manera llamativa su dedo índice en la llaga, llamando a gritos nuestra atención al levantar la carne sin cicatrizar de Cristo, que todavía aparece envuelto en el sudario.
La composición también es clásica, ley del marco, uniendo cuidadosamente las cuatro cabezas, de las que tres buscan afanosamente la verdad... la cabeza de Cristo está en gran medida en la sombra, insinuando que Él debe ser la persona menos cognoscible, con lo que la duda se disipa.
Buen finde.