Nuestras ideas sobre los objetos cambian con el tiempo a medida que nuestro conocimiento y actitud de comprensión se modifican cuando mejoran nuestras técnicas de investigación. Por otro lado, los objetos de la naturaleza inspiran ideas humanas sobre los orígenes y la historia de la evolución de toda materia y es entonces cuando solemos pensar en la función museística, cuando para su mejor comprensión creamos un espacio donde poder aunar y catalogar los objetos producidos en diferentes épocas y por sociedades dispares.
Con este proceder atribuimos a la capacidad del arte, una innegable sublimación que nos permite captar el mundo del conocimiento, desde una realidad que convierte a los museos en los nuevos lugares de las ideas; la retrospectiva mirada a la caverna del mito de Platón, que nos amalgama con la comprensión de las mismas, da lugar a que los objetos creados por la humanidad, sean el vehículo principal con el que transcurren las ideas próximas por el medio primordial, la comprensión, facilitando a los visitantes interactuar en una época o localización geo espacial, con los diferentes objetos depositados en los museos.
Pero demasiado a menudo nuestras diferentes formas de interpretar esas ideas, nos conducen a un conflicto, la mayoría de las veces frente al medio. En otras ocasiones, en lugar de facilitarnos su comprensión, la extrapolación de algunas ideas se controponen a nuestro pensamiento, porque contradicen lo que hemos creído previamente y en algunos otros, la presentación simple de un objeto puede ser la base de una interminable controversia. Cuando además, las exposiciones van más allá de la "maravilla" del objeto por sí sólo y están destinadas a informar y estimular el aprendizaje del visitante, conscientemente invitan a fomentar con más recrudecimiento una controversia que llega incluso al más encarnizado de los enfrentamientos, en el caso de los museos.
Como era de esperar, tampoco el románico será ajeno a la museización y así, cuando al finalizar una reciente conferencia en El Escorial, tras haber repasado Don Wifredo Rincón una exhuberante lista sobre el patrimonio románico trasladado desde Europa en los siglos XIX-XX, a los museos norteamericanos, pudimos comprobar cómo crecía la indignación de algunos de los presentes, ante lo que en muchos casos pudiera considerarse un expolio de las ideas de nuestra
patria potestas. A pesar de haber sido adquiridos la mayoría de todos los objetos expuestos mediante el pago de un precio acordado por autoridades competentes y emitiendo su correspondiente factura, parece esta actitud empeñada en no justificar el abandono de la gran mayoría del patrimonio exhibido en los Museos o su ruina, como consecuencia de la secular falta de intervención rehabilitadora por parte de las instituciones o del excesivo intervencionismo en la rapìña de otras, junto al interés propio de sus mismos habitantes y colindantes vecinos.
Es aquí donde se plantéa un diáologo sobre la controversía museística y la noticia que genera ésta en el trasfondo de su recorrido... ¿Allí, en su original abandono o allá, a resguardo de las 'voluntariosas' manos? ... Contemos, si os apetece, la historia de algunas de ellas.