Hola a todos
Hoy, una entrada un poco larga, para hacer entender, con un nuevo y doble ejemplo, la importancia del concepto de las correspondencias en el arte románico.
Primero, una imagen, la de San Miguel:
Se trata del Baptisterio del Duomo de Parma.
La figura de San Miguel en su iconografía de guerrero que lucha contra el Maligno, el dragón, colocada en medio de dos santos escritores. De hecho, el que diseñó la ubicación de la escultura en medio de las representaciones pictóricas conocía bien la Biblia:
a) A la izquierda del que mira, la representación del profeta Daniel.
b) A la derecha del que mira, la representación de San Juan Evangelista.
En definitiva, los dos únicos escritores bíblicos que presentaron a San Miguel como luchador y vencedor del Maligno, el dragón. Y, además, en clave apocalíptica.
Ante esta relación entre escultura y pintura de esta iconografía, nacen nuevas preguntas. ¿Un redactor teológico diseñó el contenido teológico de las pinturas y, después, otro redactor introdujo las esculturas en un mensaje previo que supo interpretar?
¿Un redactor teológico diseñó un programa iconográfico único que fue interpretado a través de dos artes plásticas, la pintura y la escultura?
Difícil cuestión: ¿fueron dos los redactores teológicos, uno para cada disciplina artística, o sólo existió un redactor que quiso que su mensaje se interpretase a través de dos artes plásticas?
Lo que no cabe duda es que lo que, en este templo, el tratamiento que recibió la figura de San Miguel no fue fruto del azar o de la casualidad. En el Baptisterio de Parma, se produce una iconografía románica que integra, de forma natural y sin forzar su semántica, dos artes plásticas, la pintura y la escultura, para dar un solo mensaje de naturaleza teológica.
Si en el ejemplo anterior veíamos la relación de San Miguel, con el profeta Daniel y con San Juan Evangelista en clave apocalíptica; ahora, realizaremos el análisis del contenido teológico de otra de las iconográficas de este Baptisterio de Parma:
En la anterior iconografía analizada, San Miguel indicaba el camino de la Parusía, del Apocalipsis. En esta nueva escultura, San Gabriel, representado iconográficamente con una vara de azucena, recuerda el camino ya recorrido, el de la Encarnación. ¿Por qué? Analicemos las dos figuras que le acompañan.
A la izquierda del que mira, de nuevo el profeta Daniel. Pero, ahora, si nos fijamos bien, Daniel aparece (no como ocurre en el caso anterior comentado de su representación apocalíptica junto a San Juan Evangelista y a San Miguel) connotado con un libro y no con una filacteria o rollo profético.
El profeta Daniel recogió en su libro la profecía del Hijo del Hombre que le fue anunciada por el ángel San Gabriel. Esta profecía, con el nacimiento de Cristo, ya se ha cumplido. Por eso, en esta nueva iconografía que interpretamos, el profeta Daniel escribe sobre un libro y no sobre una filacteria o rollo profético, como ocurre en el caso de la iconografía ya comentada, cuando se hace referencia a la llegada del Anticristo, el dragón, el Maligno.
A la derecha del que mira, ahora se representa al Evangelista Lucas. En su evangelio, el ángel Gabriel Anuncia a María que será madre del Hijo de Dios. Este acontecimiento histórico salvífico ya se ha producido. Por lo tanto, ya no es profético. Cristo ha nacido. San Lucas escribe sobre un libro. ¿Qué escribo? ¿Un libro? ¡No! Si nos fijamos bien, San Lucas está connotado con dos libros, uno en cada mano. ¿Por qué? A San Lucas no sólo se le atribuye la escritura de su evangelio sino también la del libro de Hechos de los Apóstoles, la historia oficial de la primitiva Iglesia.
Por lo tanto, no sé si fueron dos redactores teológicos, el primero encargándose de la iconografía pictórica y el segundo de la iconografía escultórica o si fue un único redactor el que diseñó una sola iconografía románica a través de dos artes plásticas, la pintura y la escultura.
De lo que sí estoy convencido es de que nos encontramos ante un caso espléndido en el que dos artes plásticas, la pintura y la escultura, se acoplan de forma natural para crear un único mensaje semántico de naturaleza teológica.
La escultura del ángel que se coloca en medio de dos figuras pictóricas que escriben no sólo sirve para indicar de qué escritores se trata los que están representados junto a cada ángel, sino que (y esto es lo más importante) su presencia sirve para señalar la naturaleza teológica del acontecimiento salvífico sobre el que ambos escritores bíblicos escribieron:
1. La historia salvífica ya cumplida, en el caso de San Gabriel. Al referirse a la Encarnación, que ya forma parte de la historia, los escritores bíblicos, el profeta Daniel y San Lucas Evangelista, son connotados con un libro.
2. La historia salvífica que vendrá, en el caso de San Miguel. Al referirse al Apocalipsis, que todavía no forma parte de la historia al ser una profecía, los escritores bíblicos, el profeta Daniel y San Juan Evangelista, son connotados con una filacteria o rollo profético.
Sea como sea, uno o dos redactores teológicos, estamos ante un único mensaje, planificado por una o por varias personas conocedoras de los principios teológicos esenciales del cristianismo, que se realizó a través de la conjunción natural de dos artes plásticas, la pintura y la escultura. Este es el concepto de la correspondencia entre el pensamiento del teólogo redactor del programa iconográfico y el trabajo de los artistas. Por eso, sin el análisis del pensamiento, las interpretaciones de las iconografías románicas quedan reducidas, la mayoría de las veces, a estudios sobre los rasgos o estilemas formales del artista y se pierde una parte fundamental del pensamiento que creó esas bellas imágenes. Espero que se vaya entendiendo el concepto de correspondencia: trabajo mancomunado entre el redactor del programa y el artista.
Un abrazo a tod@s