Hola a todos
Ya aviso que esta reflexión sobre correspondencias es un poco larga, pero espero que os resulte interesante. Por razón de espacio, en dos entradas.
Ahora, correspondencias entre pensamiento y ejecución escultórica a través de la cabeza y las manos de diferentes teólogos redactores y maestros escultores. En el fondo, seguimos en la línea de reivindicación del papel de los teólogos redactores en el proceso creador del arte románico.
Aunque se habla más del primero y del segundo maestro de Silos refiriéndose a los que ejecutaron la labra de los relieves, quisiera hacer una reflexión en voz alta, una vez más, sobre la importancia de los teólogos redactores de estos programas.
Como fruto del pensamiento del primero de los teólogos redactores, ejecutado plásticamente por el que se conoce como primer maestro de Silos, nos han llegado seis relieves. Seis trabajos iconográficos que nos hablan de tres de los cuatro acontecimientos salvíficos de la vida terrenal de Cristo en lo que, tal y como ya hemos escrito en otras ocasiones, consideramos la suma de un Tetramorfos analógico:
1. Machón suroeste (obra del segundo maestro). Temas: Anunciación,
Árbol de Jesé; es decir, la Encarnación, el hombre, San Mateo.2. Machón noreste (obra del primer maestro). Temas: Crucifixión, Sepulcro;
es decir, la Pasión, el buey, San Lucas.
3. Machón noreste (obra del primer maestro). Temas: Emaús, Incrédulo
Tomás; es decir, la Resurrección, el león, San Marcos.
4. Machón sureste (obra del primer maestro). Temas: Ascensión,
Pentecostés; es decir, la Ascensión, el águila, San Juan.El primer maestro se habría encargado de: Pasión (Lucas, el ternero), Resurrección (Marcos, el león), Ascensión (Juan, el águila). Como el grupo Ailbe señaló en su artículo
“Sobre la iconografía de Silos”, (
http://www.circulo-romanico.com/index.p ... nt_id=1639) la base teológica de estos seis relieves está muy relacionada con la liturgia mozárabe. De hecho, esta podría ser la clave de la existencia de dos clases de caracteres o tipos de letras en estas inscripciones; una nueva caligrafía que, para García Lobo, evidencia una apuesta por el cambio de rito, en concreto, por la necesidad de que en Silos triunfe el rito romano.
En esta línea de cambio de rito, habría que incluir la presencia extraña de esa figura número doce en los relieves de este primer teólogo en los que se presenta al colegio apostólico, figura que, con el segundo tipo de letras y siguiendo una vez más a García Lobo, viene identificada con San Pablo a través de unas inscripciones que remiten, precisamente, a la liturgia romana. Es decir, al menos en una segunda instancia, al parecer correctora del primer mensaje, se tuvo la voluntad de que el extraño discípulo número doce (según la interpretación literal o historicista de la Biblia en estos episodios tendrían que ser once) se acabara identificando con el propio San Pablo en relieves como el de la Duda o el conocido como Pentecostés.
Y, hablando del relieve de Pentecostés, ¿por qué ha llegado hasta nuestros días con este nombre cuando es evidente que no reproduce el episodio histórico de las llamas de fuego ni se da la presencia simbólica de la paloma, símbolo del Espíritu Santo? Además, si estamos describiendo todo este conjunto como un Tetramorfos analógico, el episodio de Pentecostés no afecta a Cristo, Él ya no está. Es un episodio que pertenece al libro de los Hechos de los Apóstoles, no forma parte de ningún evangelio y, por lo tanto, no tiene su razón de ser dentro de un Tetramorfos, una representación de los cuatro Vivientes, en definitiva, de los cuatro evangelios que remiten única y exclusivamente a Cristo y a la idea simbólica de un Tetramorfos.
Sin embargo, no se debe olvidar que la Iglesia reivindica su inicio precisamente en ese día, el de Pentecostés. Es el día del nacimiento del nuevo tiempo, el de la Iglesia. ¿Quién tuvo la voluntad y el poder de colocar este nombre de Pentecostés a un relieve cuya propia iconografía parece desmentirlo? Es un relieve que, como se señaló en el artículo ya comentado del grupo Ailbe, puede ser interpretado en clave de la Ascensión de Cristo siguiendo la liturgia mozárabe, esa que estaría utilizando el primer teólogo y que, en palabras de García Lobo, acabó siendo corregida en clave romana. Desde esta perspectiva, ese relieve sí que forma parte de un Tetramorfos, porque estaría hablando de la promesa del Espíritu Santo, pero no del preciso momento del descendimiento del Espíritu Santo al Colegio Apostólico. No obstante, nos encontramos con un grave problema. Para la Iglesia de Roma, la promesa del Espíritu Santo en los evangelios no implica el nacimiento del tiempo de la Iglesia; el día de Pentecostés, sí, pero ya estamos en los Hechos de los Apóstoles, fuera de los relatos evangélicos.
Ahora, conviene recordar que, a finales del siglo XII y principios del XIII, no era así para todas las voces tenidas por autoridad dentro de la propia Iglesia. Seguramente por esto, alguien se vio en la necesidad de dejar muy claro que la Iglesia auténtica, la de Roma, había nacido precisamente el día de Pentecostés y que los santos patronos de esta iglesia eran San Pedro y San Pablo, colocados juntos.
Si todo lo que se está comentando fuese cierto, nos encontraríamos ante la evidencia de que a uno de los relieves de Silos se le alteró el nombre, dándole un nombre que reivindica la autoridad teológica de la Iglesia de Roma. Pero, lo curioso del caso es que se trataría de un nombre que habría pasado, de generación en generación, sin que nadie se lo cuestionase. Este es el relieve de Pentecostés y punto, en él se reproduce el momento del nacimiento del tiempo histórico de la verdadera iglesia, la romana.
Pero es que, además, creemos que el que reivindicó este nombre de Pentecostés y ordenó alterar algunas epigrafías de las inscripciones (se olvidó de nombra a Santiago el Mayor y nombra por dos veces a Santiago el Menor) o añadir otras nuevas en la órbita de la liturgia romana conocía también ya la obra del segundo teólogo, el encargado de los relieves conocidos como la Anunciación y el Árbol de Jesé. Un segundo teólogo que tuvo muy claro que tenía que volver a reinterpretar, ahora en clave nueva, el acontecimiento salvífico que faltaba para que el conjunto de los relieves constituyesen un verdadero tetramorfos analógico, el de la Encarnación del Hijo de Dios.
Sin embargo, como ya propusimos en el artículo
“Identidad intelectual y ejecución escultórica. Reflexiones en torno a la obra del tradicionalmente llamado segundo maestro del Monasterio de Silos”, (
http://www.circulo-romanico.com/index.p ... ge_id=2462) demostramos que este segundo teólogo era seguidor del pensamiento de otro monje, nada más ni nada menos que del abad milenarista Joaquín de Fiore.