Don Fernando Villaseñor Sebastián, nos trajo interesantes artículos sobre la iconografía profana en en los templos románicos, de cuya segunda parte destacamos éste interesantísimo párrafo dedicado a los mensarios:
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La personificación del año, las estaciones y su relación con actividades rurales —el denominado mensario o menologio— es uno de los temas cuya iconografía ha de remontarse a la Antigüedad, cuyos primeros testimonios datan del reinado de Augusto y, entre ellos, se encuentran los Fastos de Ovidio y los menologia rustica; de los que se apropió el Medioevo.
En los scriptoria monásticos altomedievales, los textos y las ilustraciones romanas no sólo se copian, sino que sirven también de fuente de inspiración para elaborar otros poemas e imágenes semejantes. De este modo, el Mensibus se cristianiza, y sustituye la personificación del Annus romano por la Maiestas que preside, dirige, controla y bendice el paso de los meses y los trabajos que en ellos se desarrollan.
Las Etimologías de Isidoro de Sevilla (ca. 630), recogen un apartado dedicado a los meses que gozará de una gran fortuna posterior. La temprana y sólida fortuna de sus textos en la tradición enciclopédica medieval, puede explicar que, a menos de un siglo de su composición, Beda el Venerable, incluyera en su tratado De temporum ratione, el capítulo XII «De mensibus romanorum», dedicado a los meses, y con una clara filiación isidoriana. Ni la imaginería estacional de la Antigua Hispania, ni la decisiva influencia de San Isidoro en la configuración del tema de los meses, en sus vertientes literarias e iconográficas, y al contrario de lo que ocurre más allá de los pirineos, fue suficiente para que la miniatura altomedieval hispana dejara ninguna ilustración de series de meses y estaciones.
Como señala Rucquoi, la apertura y la llegada de numerosos extranjeros a la Península a partir de mediados del siglo, atraídos por la lucha contra los moros, su riqueza, o la tumba de Santiago, es coetánea de la aparición de calendarios bordados o esculpidos.
En el scriptorium de Ripoll, durante el gobierno del abad Oliva (1008-1046), en el año 1055, se ejecuta un manuscrito misceláneo de carácter astronómico y computístico, ilustrado con miniaturas (Biblioteca Apostólica Vaticana, Reg. Lat. 123). El folio 219v contiene un poema sobre los meses que, siguiendo la tradición poética carolingia, asocia a cada uno de ellos aspectos campestres: enero encanece la tierra, febrero es frio; marzo verde y florido; en abril crecen el trigo y los sarmientos, y brotan las uvas; mayo lluvioso con frutas y flores; junio con abundantes y dulces frutas; julio segador; agosto ventoso que maja la mies; septiembre que ara y hace surgir las serpientes; octubre que prensa las uvas en el torcular; noviembre en el bosque otoñal; y diciembre gélido y nevado sobre montes y techos. Conforme señala Castiñeiras en su estudio, en éste concurren dos tipos de fuentes literarias: los temas y motivos de los poemas de la Antigüedad tardía —como las frutas en primavera y los reptiles en septiembre— y los Carmina Salisburgensia; a ambas debería añadirse las obras de Virgilio, que se guardaban en la abadía catalana, lo que explicaría la similitud temática entre éstos versos y los de Wandalbert de Prüm. Por otra parte, el texto abunda en notas de gran plasticidad, lo que le conduce a pensar en una inspiración en un calendario pintado relacionado con los ejemplos carolingios de Salzburgo.
DETALLE DEL MENOLOGIO DE RIPOLL: JUNIOPara leer más sobre la iconografía profana en los templos:
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