Hola a todos
Ya que es domingo, una entrada un poco larga que es una reflexión nacida de la gran cantidad de contenido intelectual que tiene el conjunto mural de Bagüés (Zaragoza) hoy en el Museo Diocesano de Jaca (Huesca).
Como otras veces ya he comentado y todos conocemos, todo símbolo y cualquier expresión del Arte Románico lo es, está formado por un significante (la expresión material de la obra: una escultura, una escena pictórica, etc. es decir, el trabajo de los maestros artesanos) y un significado (el trabajo de pensamiento del teólogo redactor).
Cualquier signo puede ser leído a diferentes niveles. En este ejemplo del tema del Bautismo de Cristo en el conjunto mural de Bagüés:

¿cuántos cristianos de a pie sabrían que la imagen pictórica de Bagüés se basaba en el evangelio de San Juan y no en los sinópticos? ¿Cuántos conocerían que existían detalles plásticos (la vestidura talar y los dos velos) que no aparecían en ese evangelio y que eran símbolos teológicos añadidos para hablar de la unión Trinitaria del Hijo de Dios con las otras dos personas? ¿Cuántos conocerían que, detrás, había una teología neoplatónica concreta, la de Juan Escoto Eriúgena, como en otras ocasiones he comentado?
Sin embargo, ahí están esos detalles plásticos que no se pueden deducir de la lectura recta del pasaje evangélico del evangelio de San Juan. Si, en la Edad Media y todavía hoy, la Biblia era y es tenida y, además, se proclama como la Palabra de Dios, ¿qué poder tenía que tener el que ordenó a los maestros artesanos pintores la colocación de esos detalles plásticos que rompen la lectura recta del pasaje bíblico?
No creo que se pueda pensar que esos detalles plásticos fueran obra de un maestro artesano que los colocó para hacer bonito o para tapar espacio, es decir, anticipando lo que hoy se conoce como el arte por el arte. En las pinturas murales de Bagüés, existen muchos detalles plásticos que remiten a una determinada teología neoplatónica (la expresada en sus obras por Juan Escoto Eriúgena), una teología que era enseñada en las más importantes Escuelas catedralicias de Europa.
Los maestros artesanos han podido recibir su aprendizaje, su maestría, en un lugar; el teólogo redactor ha podido estudiar en otro, e incluso separados por cientos de kilómetros. El maestro artesano reproduce la técnica material que ha aprendido; el teólogo redactor enseña lo que ha estudiado y, es evidente que no solo lo ha hecho de memoria, sino también en libros llenos de imágenes. ¿Quién ha diseñado la imagen: el maestro artesano o el teólogo redactor?
En la mayoría de los casos, al menos en un momento, el de la consagración del templo, la obra sería contemplada por otra u otras personas conocedoras del pensamiento teológico: el obispo, el arcediano o archidiácono, la gente de la curia episcopal. ¿Qué pensarían? ¿Una magnífica obra como la de Bagüés solo se ejecutó para que “viese los santos” (es decir, las imágenes) el pueblo y así catequizarlo? ¿Jamás llegaron a la Curia de Pamplona noticias sobre la ejecución de esta maravilla pictórica en su obispado? ¿Se realizó para que quedase como simple Biblia de los pobres en un pequeño lugar? ¿Cuánto dinero pudo costar realizar una obra como esta? ¿Se hizo sin el consentimiento de ninguna autoridad eclesiástica?
Pero, lo curioso del caso, es que la teología de referencia de este conjunto pictórico de Bagüés encaja perfectamente con las obras románicas realizadas en el arcedianato al que pertenece, el de la Valdonsella. Para que se pueda entender de lo que hablo, os propongo un nuevo detalle plástico que también se interpreta a través de la teología de Juan Escoto Eriúgena (en concreto, de un comentario suyo al evangelio de San Juan) y que abre paso a todo el programa iconográfico de Bagüés:
Citar:
“A primo ergo homine ante peccatum accepit absque peccato esse, ab eodem post peccatum accepit mori posse; quibus duobus totam nostram naturam in se ipso restituit. Morten quippe nostram omnino in se delevit, et vitam aeternam restituit.”
(Juan Escoto Eriúgena, In S. Evangelium secundum Joannem)
En pocas palabras, el primer hombre (Adán) muere porque acepta el pecado. El segundo hombre (Cristo) restituye en Él la naturaleza humana, pues aniquiló completamente nuestra muerte y restituyó la vida eterna. ¿No os suena al programa iconográfico del conjunto de Bagüés: de la creación de Adán a la Ascensión de Cristo? ¡Ah!, el detalle plástico, ahora de Adán y con fotografías de otra web,
Románico aragonés, para que no haya dudas acerca del posible uso de las fotografías.
¿Cómo se pinta a Adán antes de pecar? Como un hombre joven y con un pelo hermoso, es decir, se quiere dar la idea de que es intemporal o eterno como la naturaleza espiritual de los ángeles. O dicho de otra manera, a la edad de un joven que es la que decía San Agustín que se produce la resurrección. ¿Habéis visto alguna creación de Adán como niño? Sin embargo, en este mismo conjunto pictórico, todos recordamos las magníficas representaciones de Cristo como niño en los ciclos iconográficos dedicados a la Navidad, es decir, a su nacimiento. ¿A qué edad "nació" Adán? Eso, la importancia de los detalles plásticos y la gran concentración de pensamiento teológico que esconden. Otra cosa es que nosotros, con el paso del tiempo, no seamos capaces de encontrar la fuente intelectual de ese pensamiento. En Bagüés, como he mostrado en algunos estudios, intervino un redactor que conocía perfectamente el pensamiento teológico de Juan Escoto Eriúgena. Sigamos con el ejemplo para que se me entienda.

¿Cómo se pinta a Adán después de pecar? Como un hombre viejo, tapado con las hojas de higuera, medio calvo y con el pelo y la barba de color blanco. Ya puede morir.

¿Qué dice Juan Escoto Eriúgena al respecto?
Citar:
“Veo ya que el hombre ha sido expulsado del Paraíso y lo veo convertido de feliz en desgraciado, de rico en pobre, de eterno en temporal, de digno de vida en mortal, de sabio en necio, de espiritual en animal, de celeste en terreno, de nuevo en viejo”.
Está claro, que esta interpretación, que en el conjunto mural de Bagüés permite pintar a Adán como un viejo con la barba blanca y los cabellos también blancos, no sale del relato bíblico (
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”), sino de la exégesis realizada por un pensamiento de filosofía teológica.
Por eso, como no me canso de escribir, fueron muy grandes los maestros artesanos, pero los teólogos redactores de los diferentes programas iconográficos, también. Y estos últimos son los grandes olvidados de la historiografía. Se habla del "Maestro de Bagüés" o del "Primer y Segundo Maestro de Silos", pero nadie habla ni siquiera intenta poner un nombre genérico a los teólogos redactores que hicieron posible la existencia de esos conjuntos iconográficos.
Pero, hay una cosa cierta, no solo existieron esos hombres sino que dedicaron muchas horas a su preparación a través del estudio. De hecho, algunos de los que intervinieron en el Arte Románico de los reinos cristianos hispanos habían recibido su aprendizaje en las grandes escuelas catedralicias de Europa, como Chartres o París. Y en el arcedianato de la Valdonsella del que formaba parte Bagüés, en Aragón pero formando parte del obispado de Pamplona, hacia la mitad del siglo XII, ejerció de arcediano un magister que, entre otros sitios, había estudiado en Chartres y París, nada más ni nada menos que Robert de Ketton, el gran traductor amigo de reyes, del venerable Pedro de Cluny, de San Bernardo de Claraval, de obispos y hasta de algún Papa. Quizá, por eso, en este arcedianato, en Layana, en una villa de titulación eclesiástica, se acabó poniendo un templo bajo la advocación de Santo Tomás de Canterbury.
¡Feliz domingo!Un abrazo a tod@s