Fenómeno. Empiezo con Dédalo, que para las fotos tengo que encontrar un bacap. Antes que nada, recordemos dos cosinas de la historia de Dédalo (sálteselas quien ya conozca el mito).
Dédalo1. El crimen de DédaloCuentan los mitos que Dédalo era un ateniense cuyo linaje ascendía hasta Erecteo, uno de los reyes fundadores de la ciudad. Arquitecto, artista e inventor, su genio era extraordinario. Entre otros logros, se le atribuía un talento sin igual para la escultura (de hecho, fue el primero en alejarse del rígido modelos de loskouroiy korai).
Tomó como aprendiz a su joven sobrino Talo, hijo de su hermana Pérdix, el cual demostró también un gran ingenio (¿vendrá de este mito el dicho popular de que el aprendiz siempre supera al maestro?). A él le debemos, por ejemplo, el utilísimo compás. Un día, inspirándose en la mandíbula de una serpiente o en una espina de pez, Talo inventó la sierra y a Dédalo le dio ya tal ataque de celos que cogió al pobre muchacho y lo arrojó desde lo alto de la Acrópolis.
Lo más probable es que el chico se despeñase sin más, aunque Ovidio sostiene que Atenea le transformó en un ave ingeniosa de vuelos cortos (¿la perdiz?). El caso es que se descubrió el crimen y Dédalo fue condenado al exilio, una de las mayores penas que se le podía imponer a un ciudadano. Para su desgracia, el lugar donde decidió huir junto con su hijo Ícaro fue la Creta del implacable Minos [1].
2. Dédalo en CretaEn la isla de Creta ayudó a Pasífae, la mujer del rey Minos, a que se acostara con un toro sagrado del que estaba enamorada y, nueve meses más tarde, construyó el famoso laberinto donde encerraron a la criatura biforme que nació de aquella coyunda, el Minotauro.
Como es sabido, años después, el héroe ateniense Teseo mató al Minotauro con ayuda de Ariadna y Dédalo. Según la versión más aceptada (2), cuando el arrogante Minos descubrió que había ayudado a Teseo, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto. (La madre de Ícaro era una esclava de Minos llamada Náucrate, de la que no tenemos más noticias).
En otras versiones (3) se afirma que la disputa entre el rey y el inventor había sucedido mucho antes, cuando Dédalo había ayudado a Pasífae a acostarse con el toro sagrado, y desde entonces había permanecido escondido en la isla hasta que Teseo le rescató. Sin embargo, esta posibilidad plantea varios problemas: si Dédalo estaba escondido difícilmente habría podido construir el laberinto y su romance con Náucrate hubiera sido más complicado (es de suponer que ocurrió habiendo nacido ya el Minotauro, puesto que era un adolescente cuando huyeron y entre el parto de Pasífae y la llegada de Teseo pasaron unos 27 años, ya que iba en el tercer contingente de los que se había estipulado que se debían enviar cada nueve años). Podría ser que se hubiera fugado justo después de construir el laberinto y que se viera con Náucrate a escondidas, pero 27 años parecen muchos para que un hombre de su talento no hubiera encontrado la manera de escapar.
El caso es que para escapar de la isla, Dédalo construyó un par de alas uniendo plumas con cera. Antes de saltar, había avisado a su hijo de que ni se acercara mucho al sol, pues la cera podía derretirse, ni tampoco al agua del mar, ya que las alas se mojarían; pero cuando ya estaban volando lejos de Creta, Ícaro se entusiasmó tanto que quiso aproximarse al sol para verlo mejor. Al instante, el calor fundió la cera e Ícaro murió al caer contra el mar.
El cadáver del muchacho llegó luego a una isla, llamada Icaria en su honor, donde fue encontrado por Heracles, que le dio digna sepultura. Cuando mucho más tarde Dédalo se enteró de que había enterrado a su hijo, esculpió en Pisa una estatua en su honor, pero estaba tan bien hecha que Heracles pensó que era real y la destrozó de una pedrada.
3. La muerte de MinosDédalo siguió huyendo hasta que llegó a Sicilia, donde se refugió en la corte del rey Cócalo, en Acragante. Minos, mientras tanto, había zarpado al mando de su flota y deambulaba de isla en isla preguntando si alguien le había visto. Para encontrarle prometió una gran recompensa a quien fuera capaz de atravesar una tortuosa caracola con un hilo, pues sabía que problema tan complicado solo lo podía resolver alguien con el talento de Dédalo.
En efecto, cuando llegó al palacio de Cócalo, el rey le dio a escondidas la caracola a Dédalo y el inventor consiguió atravesarla con un hilo que había atado a una hormiguita, la cual pudo pasar por todos los recovecos. Habían caído en la trampa: en cuanto Minos vio la caracola enhebrada exigió que le entregaran a Dédalo.
Descubrir a alguien escondido mediante una argucia que revele su verdadera naturaleza es algo recurrente en los mitos griegos. Así de memoria, recuerdo a Aquiles, que se había escondido con las mujeres para no ir a la guerra de Troya, pero que fue descubierto al escoger una espada entre diversos presentes, y a Odiseo, que tampoco quería ir a la guerra y se fingió loco, arando errático los campos, hasta que pusieron delante del arado a su hijo Telémaco. El mecanismo parece similar: los dos héroes se esconden en mundos opuestos a su naturaleza (las mujeres en el caso del gallardo y viril Aquiles; y la locura en el del sabio e ingenioso Odiseo), pero un elemento propio de ambos –la espada y el amor por su hijo– disipa el engaño.
En el caso de Dédalo ocurre algo similar. Encuentra la salida, mediante un hilo (igual que el entregado a Ariadna y Teseo), del microlaberinto que forman las oquedades del interior de la caracola. Pero ahora volvamos a Sicilia para saber cómo terminó la historia.
Impertérrito, Cócalo le felicitó por su argucia y le invitó a tomar un baño de agua caliente en compañía de sus hijas. A Minos, amante pasional, no hacía falta decirle mucho más para convencerle de que Dédalo podía esperar. Lo que sucedió a continuación no se sabe con certeza, pero parece ser que las hijas de Cócalo aprovecharon para escaldarlo vivo y, todo sea dicho, la verdad es que no se me ocurre una manera más infame de morir en el mundo griego. ¡En vez de morir luchando en épica batalla, Minos cayó a manos de unas pícaras adolescentes mientras se daba un baño! (4).
VölundrEn un ensayo muy ameno, Los mitos germánicos (5), el profesor Enrique Bernárdez nos explica que Völund (o Wieland) y Regin eran los dos grandes herreros de los mitos germanos y escandinavos. No eran exactamente dioses, sino una especie de criaturas sobrenaturales denominadas tuergos, los cuales podrían ser reflejo de los herreros celtas que introdujeron el hierro en Escandinavia.
El mito del herrero debió de surgir con los principios de la Edad del Hierro. Probablemente incluso antes, cuando empezó a trabajarse el bronce. Sin embargo, el aura de misterio, el carácter de personaje extraño y extranjero parecen corresponder bien a la época en que los raros objetos de hierro llegaban de pueblos extranjeros, principalmente celtas.
En una antigua leyenda escandinava conocida como El cantar de Völundr (Volundarkviđa), que se recoge en el Edda Mayor (6). el rey de los lapones tenía tres hijos que se dedicaban a esquiar y cazar animales. El primero se llamaba Slágfid, el segundo Égil y el tercero Völundr. Durante sus viajes llegaron a Ulfdálir («Los valles del lobo») y construyeron allí una casa.
Una mañana descubrieron en la orilla de un lago cercano a tres mujeres con apariencia de cisne que estaban hilando lino. Eran valkirias y el que estuvieran tejiendo lino las relaciona con las nornas (7). Dos de ellas eran hijas del rey Hlódver: Hládgud Svánhvit («la blanca como el cisne») y Hérvor Álvit («la llena de ciencia»); y la tercera, Olrin, era hija de Kiar el de Válland (8). Cada hermano tomó por esposa a una mujer cisne: Slágfid se casó con Svánhvit, Égil con Olrin y Völundr con Álvit.
Después de siete años viviendo juntos, las mujeres cisne sintieron nostalgia de las tierras del sur desde donde habían llegado y se fueron volando. Los dos hermanos mayores se fueron en su busca, pero Völundr se quedó en Ulfdálir con la esperanza de que su esposa regresara algún día. Para regalárselo cuando volviera, talló un collar magnífico formado por 700 anillas de oro.
Cuando Nídud, el rey de Suecia, se enteró de que existía un collar tan espléndido mandó a sus hombres que se lo trajeran. Aprovechando que Völundr había salido de su casa, los soldados entraron y encontraron el collar. Sin embargo, no se atrevieron a robarlo y se limitaron a llevarse una anilla. Al regresar, Völundr se dio cuenta de que faltaba una anilla pero pensó que, ya de vuelta, se lo habría llevado su mujer Álvit. Mientras la esperaba, se quedó dormido y los soldados le aprisionaron.
Para impedir que huyera, Nídud ordenó que le cortaran los tendones y que lo abandonaran en un islote enfrente de la costa llamado Sevarstad («El enclave del mar»). Además, se quedó con su espada y dio la anilla de oro a su hija Bódvild.
Tan solo el rey se atrevía a ir hasta Sevarstad, donde Völundr permanecía prisionero fabricando todo tipo de piezas valiosas. Pero Völundr no se dio por vencido. Durante las noches, construyó unas alas y realizó unas alhajas que atrajeron la atención de los dos hijos de Nídud. Los hermanos fueron en secreto hasta el islote y Völundr aprovechó que estaban mirando embelesados el interior de un arca para cortarles la cabeza. Con sus cráneos talló dos copas recubiertas de plata y se las entregó al rey; con sus ojos, piedras preciosas que envió a la reina; y con sus dientes, broches preciosos que regaló a Bódvild. Luego arrojó sus cuerpos al foso del palacio de tal manera que solo sobresaliesen sus piernas y todos pensaron que los niños habían muerto al caer por descuido.
Días después, a Bódvild se le rompió la anilla de oro y fue hasta el islote para que Völundr la arreglase. El herrero se mostró muy cordial. Le ofreció un vaso de cerveza, Bódvild bebió confiada y cayó dormida víctima de un narcótico. Völundr aprovechó para violarla, dejándola embarazada, y luego salió volando con las alas que había construido.
Antes de irse, se acercó al palacio de Nídud y, a cambio de que le prometiese que no haría daño a Bódvild, le contó la terrible verdad sobre la muerte de sus hijos mientras se marchaba volando entre carcajadas.
Dédalo y Völundr.Como vemos, las desventuras de Völundr recuerdan a las de Dédalo en Cnosos. Algunos parecidos y diferencias son:
a) Dédalo también debía trabajar para Minos, aunque llegó a la isla por su propio pie, exiliado de su Atenas natal por el asesinato de su sobrino Pérdix.
b) Cuando descubrió que había ayudado a Ariadna y Teseo, Minos encerró a Dédalo en el laberinto, que equivaldría al islote de Sevarstad.
c) Völundr se muestra mucho más cruel que Dédalo, pero hay que tener en cuenta que entre los vikingos la venganza violenta no estaba mal vista. Cuando no podían o querían llegar a un acuerdo económico que compensase las pérdidas, era normal que las familias se enfangasen en largas venganzas durante años.
d) Aunque esta coincidencia no parece relevante, Völundr y Dédalo tienen un hijo en la corte del rey: Völundr con Bódvild, sin su consentimiento, y Dédalo con Náucrate, una esclava de la que no sabemos nada más que fue la madre de Ícaro.
e) Nídud mutila a Völundr, mientras que Minos se limita a encerrar a Dédalo sin hacerle daño. Sin embargo, el dios de los herreros Hefesto, que guarda una estrecha relación con Dédalo, sí que se había quedado cojo desde que Zeus lo despeñó desde lo alto del Olimpo. De todas maneras, en general, los personajes mitológicos vinculados con el mundo de los herreros suelen ser cojos, lo cual quizá esté relacionado con la costumbre de lisiarlos para que no se fueran a otro lugar.
f) El parecido más importante es que los dos destacan por sus habilidades artesanas y su ingenio, y que escapan volando de sus respectivos captores, unos reyes tiránicos e injustos (9). Es improbable que esta similitud sea fruto de la casualidad.
El laberinto de VölundrY si parecieran pocas las semejanzas, el caso es que ¡Völundr también construyó un laberinto!
Con su minuciosa erudición, Hermann Kern nos cuenta una leyenda recogida en un manuscrito islandés del siglo XIV, en la cual se narra de forma confusa la historia de Teseo y el Minotauro. Traduzco la traducción literal de Kern:
Citar:
Con esta figura, que se llama Völundar hús [casa de Völundr], se expresa el hecho de que en Siria había un rey que se llamaba Dagur. Éste tenía un hijo de nombre Egeas, que era un hombre muy hábil en las pruebas físicas. Hizo una expedición al reino del rey Soldan para casarse con su hija. El rey dijo que podría conseguir la mujer si vencía él solo al animal que se llamaba Honocentaurus, un animal que nadie podía vencer con fuerza humana.
Como la hija del rey era astuta más allá de toda medida, más que todos los sabios del reino, Egeas intentó encontrarse con ella a escondidas y le expuso las condiciones impuestas por su padre para conquistarla. Favorablemente impactada por el joven, la princesa le dijo: «ya que ningún hombre puede vencer a este animal con la fuerza, quiero enseñarte a construir una trampa en el bosque por el que siempre deambula; pero antes [deberás] matar todos los animales de los que se alimenta. Luego coge carne de jabalí y úntala de miel; así la fiera se sentirá atraída por el olor y se arrojará sobre ella. Luego ve a la trampa y recorre todas las espirales, y luego salta sobre el muro contiguo al área central y desde arriba... [un desgarro en el pergamino vuelve ilegibles algunas palabras] mata a la fiera; y si la herida no es mortal, salta más allá [del área central] al estrecho corredor de la trampa, a fin de que el camino para la bestia sea demasiado largo para que pueda infringirte daño alguno.
Luego ella dibujó sobre un lienzo la trampa que se llama Völundar hus. Entonces él hizo construir una trampa igual de ladrillos y piedras, como ella le había dicho; hizo matar todos los animales del bosque y usó la carne como cebo. La bestia estaba famélica y entró en seguida en la trampa para perseguir las bestias salvajes. Entonces Egeas tiró abajo el cebo y subió al techo; atacó al animal con todas sus fuerzas y luego saltó al corredor más allá del muro. La bestia lanzó entonces un grito terrible y siete días después fue encontrada muerta en la misma trampa.
Claro está, Egeas se corresponde con Teseo, al que se confunde con su padre Egeo. La hija del rey Soldan (Minos) es la proyección de Ariadna, cuyo famoso ovillo se ha transformado en el propio laberinto, la trampa que permitirá matar a la bestia. Y el Minotauro se ha convertido en el Honocentauro, un monstruo mitad hombre mitad asno. Esta centaurización del Minotauro fue habitual en la Edad Media y aumentaba aún más si cabe su perfidia, pues su doble naturaleza era signo de engaño e hipocresía. Soldán es o una deformación de “sultán” o, quizá, Salomón.
Y ahora toca investigarPor lo tanto, parece que Völundr y Dédalo presentan las suficientes semejanzas para pensar que están relacionados. Sin embargo, no está claro el origen de este nexo. ¿Derivan ambos de un dios de los herreros que se extendió por Europa durante la incorporación de los metales? ¿Adaptaron los germanos algunos pasajes del mito de Dédalo a su propio dios de los herreros cuando entraron en contacto con los romanos? ¿Se produjo esta confusión durante la cristianización de Escandinavia, hacia el siglo XI, cuando gracias a los monjes cristianos se empezaron a conocer los mitos griegos?
Para responder esta cuestión, dada la escasez de textos sobre Escandinavia y los germanos antes de la llegada del cristianismo, debemos acudir a la arqueología y ver si existe alguna representación de esta historia de Völundr que nos permita situarla en alguna época.
La representación más antigua que conozco se encuentra en un fragmento de la llamada piedra Ardre VIII, una piedra tallada con dibujos e inscripciones vikingas datada entre los siglos VIII y IX. Esto significa que la conexión entre Völundr y Dédalo, si la datación es correcta, podría remontarse, cuanto menos, hasta época vikinga. En cualquier caso, hay que seguir investigando a ver si encontramos más pistas.
Adjunto:
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Fragmento de la Ardre VIII. Swedish Museum of National Antiquities. Estocolmo. De izquierda a derecha vemos a Bódvild, luego a Völundr con sus alas, su herrería y, por último, los dos hermanos muertos.
Notas1. Entre los diversos autores que trataron esta historia, se encuentran Apolodoro (Biblioteca mitológica. Libro III. 15, 8), Ovidio (Libro VIII, 240) y Diodoro (Libro IV. 76, 1), que ofrece la versión más completa.
2. Apolodoro, Biblioteca mitológica (Epítomes; 1, 12). Ver también Pausanias IX; 11, 4 y 5.
3. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica (Libro IV; 77, 5).
4. Apolodoro, Biblioteca mitológica (Epítomes; 1, 13) y Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica (Libro IV; 79).
5. Editado por Alianza, creo recordar.
6. El cantar de Völundr puede leerse en la traducción de Luis Lérate. Edda Mayor, Alianza Editorial, Madrid, 1986.
7. Según el Edda Menor, había tres nornas principales relacionadas con los seres humanos –Urd, Verdandi y Skuld–, pero además había otras nornas de las familias de los dioses, de los seres humanos, de los elfos y de los enanos. Parece ser que los vikingos creían que todo el mundo tenía asociado una norna, que podía ser buena o mala, que tejía su destino al nacer.
8. Luis Lérate señala la posibilidad de que este nombre estuviera relacionado con César el de la Galia.
9. En la Historia de los reyes de Britania, escrita hacia el año 1130, el obispo galés Geoffrey de Monmouth menciona otra persona habilidosa que se construyó unas alas, el mítico rey Bladud, aunque en su caso el intento de volar terminó fatal:
«Este Bladud fue un hombre extremadamente ingenioso e introdujo las artes mágicas en Britania. No dejó de llevar a cabo prodigios hasta que, habiéndose fabricado unas alas, trató de levantarse por los aires y cayó sobre el templo de Apolo, en Trinovanto, haciéndose trizas».
Curiosamente, Bladud, cuyo nombre recuerda al de Dédalo, también destacó por sus labores de ingeniería hidráulica (recordemos que Dédalo construyó una piscina y unas termas en Sicilia):
«Sucedió a Hudibrás su hijo Bladud, que gobernó por espacio de veinte años. Construyó la ciudad de Kaerbadum, que ahora se llama Bath, e instaló en ella termas de uso público bajo la advocación de Minerva, en cuyo santuario dispuso fuegos inextinguibles que no se convertían nunca en cenizas, sino que, cuando empezaban a consumirse, se volvían bloques de piedra [¿lava?]».
(Traducción de ambos fragmentos de Luis Alberto de Cuenca y Prado en Alianza Editorial, Biblioteca Artúrica).